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Hípica

Rodrigo Pessoa, el caballo hecho hombre

Hijo de Nelson Pessoa, otro mito brasileño, Rodrigo es un icono como jinete; transmite al corcel su espíritu ganador

Rodrigo Pessoa.
Rodrigo Pessoa. - Efe

El amor por los caballos se hereda. Es hijo de Nelson Pessoa, mito de la hípica universal. Rodrigo Pessoa ha conseguido todos los éxitos para emular la carrera de su padre. Los dos son deportistas eternos de Brasil, como lo es Pelé. Rodrigo (París, 29-11-1972) está considerado el mejor jinete de la actualidad. Un genio. Dicen que es capaz de trasladar su magia a los caballos. Aseguran que en los Juegos de Sidney 2000 fue plata porque su corcel no alcanzaba su nivel de inteligencia para interpretar su mando. El semental Baloubet se detuvo en el triple salto y dejó a Rodrigo con la medalla de plata individual.

Este maestro de los caballos comenzó a montar con ponis. Vivía en París y en Bélgica. Su padre, Nelson, sabía lo que hacía. Los ponis tienen arte para echarte de la montura. Hay que llevarse golpes y aprender rápido. A fe que aprendió. Demostró pronto el talento de su padre. Con nueve años debutó en la competición de verdad, en Hickstead. En 1984, con doce, se proclamó campeón de Bélgica. Volvió a serlo en 1985. Y en 1988 obtuvo el Gran Premio de Juveniles de Milán y de Reims. Su porvenir estaba marcado. Iba a ser un grande.

En 1989 venció en el Campeonato de Europa de juveniles, título que no le concedieron oficialmente por ser brasileño. Todo el mundo de la hípica hablaba del relevo de los Pessoa. Con 19 años acudió a los Juegos de Barcelona 92 y quedó noveno en la clasificación individual. En Atlanta 96, las peores Olimpiadas de la historia desde el punto de vista organizativo, obtuvo el bronce formando equipo con su padre, Nelson. Y en 1998 dio el gran salto al estrellato internacional: ganó con Baloubet la Copa del Mundo. Unos meses después se adjudicó el Campeonato del Mundo, a lomos de Lianos.

Ya era el mejor. Repitió el título de campeón mundial en 1999 y 2000. Y llegaron los Juegos Olímpicos de Sidney, el punto culminante de cada cuatro años. Ganó la medalla de bronce por equipos. Y el famoso Baloubet, asustado ante el triple, le dejó sin el oro en el concurso individual. Se tuvo que resignar con la plata.

Segundo en el Mundial 2001, Rodrigo ha conquistado tantas victorias en grandes premios que su palmarés le sitúa entre los mejores jinetes de la historia, junto a su padre, Nelson, quien al lado de su madre, Regina, le inspiró desde niño su amor por los animales. Dicen los jinetes que para triunfar hay que querer primero a los caballos. Entenderlos, para poder transmitirles luego tu valía, tu inteligencia, tu espíritu ganador y tu valentía. Cuando un caballo no salta, se frena, es porque tu arrojo es superior al de él.

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