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Djokovic, el (casi) invencible

El serbio disfruta de uno de los mejores momentos de su carrera que quiere ampliar con su primer oro olímpico

Novak Djokovic, durante un partido.
Novak Djokovic, durante un partido. - efe

Acumula desde un fantástico 2013 argumentos más que irrebatibles para alcanzar a los grandes de la historia del tenis. En su haber, con 29 años, doce Grand Slams. Pero más que por el número, Novak Djokovic atemoriza al circuito profesional por la forma en que los ha conseguido: sin una fisura en su físico, con un tenis sin tara y con una mentalidad para acometer los retos que se proponga. En este año olímpico, el serbio ha alcanzado uno de los objetivos que tenía marcados a fuego en su cabeza: Roland Garros. Conquistado París se embarca en Río 2016 en otro de esos pequeños huecos que presenta su vitrina: el oro.

Iniciará el camino con el Abierto de Australia y el título parisino, aunque se le escapara de forma sorprendente a principios de julio revalidar la corona en Wimbledon. Cayó en tercera ronda contra Sam Querrey. A pesar del resbalón en la hierba, conserva tenis colosal cimentado en una personalidad por fin madura que lo ha hecho prácticamente imbatible en los últimos tiempos. Desde las paredes agujereadas por los bombardeos en su Belgrado natal hasta convertirse en el rey del mundo tenístico han pasado muchos golpes, demasiadas batallas personales y hasta una época de insolencia desmedida que lo convirtió en un rival débil. Chanzas, imitaciones de sus rivales, fingir lesiones para no acabar los partidos, romperse la camiseta al ganar algún encuentro… rocambolescas situaciones que dejó de protagonizar cuando se dio cuenta de que podía ganar y ganarlos a todos sin trucos, con su tenis.

Cambió la dieta y la mentalidad, y a partir de 2011 se convirtió no ya en una promesa del futuro, sino en un inquietante tenista que osaba molestar la rivalidad del presente: Federer-Nadal. Fortalecido por el ocaso del suizo y la mala suerte con las lesiones del español, Djokovic tiene campo libre para hacer y deshacer en el circuito a su antojo. Nadie parece ser capaz de hacer frente a sus duelos y ya son 207 semanas en lo más alto del ranking. A su paso por los torneos, termina con las esperanzas de todos y al final de la semana es siempre él quien acapara los focos: diez títulos en 2011 (entre ellos, Abierto de Australia, Wimbledon y US Open), seis en 2012 (con Abierto de Australia y Copa de Maestros), siete en 2013 (con un Abierto de Australia y Copa de Maestros), siete en 2014 (Wimbledon y Copa de Maestros), once en 2015 (Abierto de Australia, Wimbledon, US Open y Copa de Maestros), seis, por el momento, en 2016 (Abierto de Australia y Roland Garros).

Un palmarés desorbitado que espera seguir aumentando en los Juegos de Río 2016. Cuenta con dos participaciones en citas olímpicas: Pekín 2008 y Londres 2012. En la primera es Rafa Nadal, a la postre ganador del oro, quien lo despacha en semifinales (6-4, 1-6 y 6-4), pero se cuelga el bronce al ganar a James Blake (6-3 y 7-6). En Londres ni siquiera puede repetir podio. Es Andy Murray, oro al final del torneo, quien lo apea también en semifinales (7-5 y 7-5), y Juan Martín del Potro se queda con la tercera plaza (7-5 y 6-4). Djokovic se alimenta de retos y objetivos. Después de ganar seis Abiertos de Australia, tres Wimbledon y dos US Open se dedicó a prepararse sobre la tierra batida para alzar el título de Roland Garros. Le costó una cruel derrota en 2015 contra Stanislas Wawrinka después de haber eliminado al favorito, Rafa Nadal. Pero pudo resarcirse por fin este mismo 2016, sin Nadal en el cuadro por lesión y contra Andy Murray. Con su vitrina por fin completa con la Copa de los Mosqueteros, Djokovic apunta al oro, que lo coronaría como uno de los mejores de la historia.

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