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Natación

Humildad y sacrificio a cada brazada

Mireia Belmonte nunca se ha dejado llevar por la fama de ser la mejor nadadora española de todos los tiempos y persigue en Río, con más fuerza que nunca, su primer oro olímpico

Mireia Belmonte, en plena competición.
Mireia Belmonte, en plena competición. - Efe

La concentración nunca abandona su rostro, ni siquiera durante los entrenamientos. Mireia Belmonte se aísla de todo cuanto le rodea tanto si se sumerge como si trabaja en seco en el gimnasio. La mejor nadadora española de todos los tiempos no ha alcanzado ese estatus por casualidad ni por una inclinación natural a esta disciplina. La niña que creció en Badalona y veraneaba en Freila, un pueblecito al norte de Granada, aterrizó en la piscina con cuatro años por recomendación médica. La escoliosis no llegó a aparecer finalmente, pero ya no hubo quien la sacara del agua. La dedicación que empleó la joven deportista no tardó en fructificar y con apenas diecisiete años ya saboreó su primera cucharada olímpica. Fue en Pekín 2008, y desde entonces nada –ni siquiera el temor al virus del zika– ha detenido su meteórica trayectoria.

La clave de su éxito radica en la infinidad de horas que emplea para ponerse a punto de cara a la competición. De nuevo bajo las órdenes de su técnico fetiche, Fred Vergnoux, la catalana continúa rompiendo una y otra vez cualquier techo que ella misma se coloca. Al principio se le achacó que sólo triunfaba en piscina corta (25 metros), pero las seis medallas en el Europeo de Berlín de hace dos años eliminaron ese sambenito. Aún le queda la espina de triunfar en un Mundial, competición en la que se ha colgado dos platas y un bronce, meritorio palmarés si no se comparara con las nueve preseas doradas que ya ha conquistado en los Mundiales de piscina corta.

Ese será el siguiente hito a batir por una nadadora de veinticinco años que se encuentra en pleno apogeo. Por eso no quiere desaprovechar la ocasión de paladear la gloria suprema, la que sólo puede obtenerse cuando ondea una bandera con cinco aros de colores. En Londres sorprendió a todos con sus dos platas en 200 mariposa y 800 libres. Ahora es el momento de consagrarse en la élite mundial. Para ello tendrá varias oportunidades en Río 2016, pues si algo ha marcado la carrera de Mireia es su afán por no encasillarse.

Domina varias modalidades de la natación y eso, lejos de dividir sus energías, le ha llevado a multiplicar su repertorio al seguir una metodología espartana. No puede permitirse despistes y sus únicos huecos se invierten en sus estudios de Publicidad en la UCAM de Murcia, el centro que le dio la vida cuando su club de siempre -CN Sabadell- le negó un incremento salarial para seguir creciendo tras su éxito en Londres. Esta polivalencia estuvo a punto de plasmarla también en Río, pero Erika Villaécija le arrebató el único billete olímpico de España en aguas libres.

La polémica saltó con la imagen del ojo amoratado de Mireia tras una prueba en la que se denunciaron malas artes, pero simplemente se trata de un bache más del que saldrá reforzado la catalana, quien ha dejado atrás su miedo al mar pero que conserva su predilección por el rosa y el cuidado de sus uñas. Hay cosas que ni siquiera las medallas cambian, como la humildad inculcada por sus padres, lo que lleva a Mireia a esforzarse cada día más y así llegar más lejos en cada brazada.

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