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Katinka Hosszu, ante su vértigo

Después de arrollar a sus rivales en 200 y 400 estilos, la nadadora húngara quiere reivindicarse por fin en una cita olímpica, tras su fracaso en Londres 2012

Katinka Hosszu, en la piscina.
Katinka Hosszu, en la piscina. - Efe

Con un entrenamiento feroz y una fuerza de voluntad incansable, Katinka Hosszu se ha reconvertido en la potencial ganadora del oro en 200 y 400 estilos. Apodada la Dama de Hierro (Iron Lady), ha resurgido de sus cenizas en este ciclo olímpico que espera culminar por fin, por todo lo alto, en Río 2016. Asustan sus brazadas. Asustan sus registros. Asusta su nombre. Aunque ella también tiene un temor.

Nació en Pecs, el 3 de mayo de 1989. Comenzó a nadar a las órdenes de su abuelo y destacó pronto en su país. Fue seleccionada para los Juegos de Atenas 2004 con apenas quince años. Con 19, en 2008, decidió viajar a Estados Unidos para entrenarse con una beca en la Universidad de South California. Sin apenas hablar inglés y sin sábanas con las que cubrir su primera cama estadounidense todas las conversaciones con su madre terminaban en lágrimas y en «quiero volver a casa». Hasta que apareció en su vida Shane Tusup. La invitó a salir y a la cuarta fue la vencida: ya no se separaron, ni como nadadora-entrenador ni como marido y mujer.

Son los 200 y 400 metros estilos las pruebas que defiende con oros mundiales desde Roma 2009. Aunque tampoco se le dan mal los 200 mariposa, con bronces en Roma, Barcelona 2013 y Kazán 2015. Es en este último ciclo en el que Hosszu ha experimentado una evolución superior. Pero le falta refrendarlo en una cita olímpica, la cuarta de su carrera, después de hundirse literal y figuradamente en Londres 2012.

En aquel verano olímpico, ya con 23 años, circulaba su nombre como candidata al oro. Los registros en las pruebas internacionales la señalaban. Sin embargo, no pudo con la presión del momento. En su prueba favorita, los 400 estilos, la china Ye Shiwen, de 16 años, acaparó las medallas y también los focos de atención. «Me dijeron que estuviera concentrada toda la carrera, incluso si perdía. Lo estuve, salvo en los últimos cien metros. Renuncié», reconoció después la húngara. Había llegado a Londres para ganar el oro y una vez que estuvo fuera de su alcance no quiso luchar ni por el bronce. Terminó cuarta, a 0’56 segundos del podio. Todavía tenía otras dos pruebas en su lista olímpica, además de relevos. No nado más. Bueno, sí, pero no. Terminó octava y novena. «Para mí los Juegos habían terminado en esa carrera. Solo quería irme a casa». Un golpe moral tan duro que hasta puso en duda su continuación en la natación.

Pero resurgió de sus cenizas con más fuerza que nunca para atacar los dos oros de Barcelona 2013, seis medallas más en los europeos de 2014 y ocho en el Mundial de piscina corta. En Río 2016 volverá a tener en una calle contigua a otra Ye Shiwen, se llame como se llame, pero la húngara está preparada. Ya no es aquella niña que coleccionaba los autógrafos de Ian Thorpe y Michael Phelps en Atenas 2004, su primera participación olímpica. Tampoco es la que se hundió en la piscina del Centro Acuático londinense. Es una mujer de 27 años que aspira a todo porque ha arrasado con todo su pasado. Aunque afirme que quiere llegar a Tokio 2020 y retirarse después del Mundial de Budapest de 2021, con 32 años, a Hosszu, ahora, solo importa el hoy, esta carrera, estos Juegos. Es la Dama de Hierro.

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