López, Gavezou, Mohedano, Quereda y Aguilar
López, Gavezou, Mohedano, Quereda y Aguilar - EFE

Río 2016 | Gimnasia rítmicaEspaña desafía el poder ruso

Después de un ciclo olímpico cargado de éxitos, el equipo lucha por el podio hoy tras clasificarse con la mejor nota

Río de Janeir Actualizado: Guardar
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Llegaron a Londres 2012 sin casi cumplir los 20 años, llenas de una ilusión dulce cargada de inocencia. Querían hacer un buen resultado y terminaron cuartas. Italia, con algún error en su ejercicio, las privó del podio. Los jueces sabían que las italianas habían sido campeonas del mundo y pesó en su decisión Cuatro años más tarde, el jurado es muy consciente de quiénes son Alejandra Quereda, Artemi Gavezou, Elena López, Lourdes Mohedano y Sandra Aguilar. Un equipo compacto, enérgico, pasional, experimentado y con una mochila llena de medallas en este ciclo olímpico que rubricó ayer con clase y pasión su presencia en la final de Río (hoy, 16.50 horas) con la mejor nota, por encima de Rusia.

El paso adelante ha sido tan potente que la afición brasileña que entraba al Rio Olympic Arena se sabía bien sus nombres y sus éxitos, y ovacionó a rabiar su puesta en escena, sus guiños brasileños.

Incluso los voluntarios robaban fotos al paso de las cinco gimnastas. Se han hecho un nombre en el planeta rítmico con cuatro años llenos de triunfos en Copas del Mundo y Europeos. Dirigidas por Anna Baranova y Sara Bayón, se propusieron desbancar los éxitos del pasado y devolverlos al presente, a su presente. Oro en 2013 en el concurso general de la Copa del Mundo de Lisboa y bronce en la de San Petersburgo. Oro en mazas en el Mundial de Kiev, primera medalla desde 1998, en pleno apogeo tras el oro en Atlanta 96. En 2014 desterraron otro dato al lograr en Bakú el primer metal europeo desde 1999. En junio, en Stuttgart, la confirmación: bronce en el Mundial, y billete a Río, superadas por Bulgaria, plata, y Rusia, oro. Un buen bagaje para que los jueces miren de otra manera.

Son las rusas referente y límite. La infraestructura, un número infinito de licencias y un entrenamiento exigente hasta el límite crea incontables éxitos en deportes tan expresivos como la gimnasia rítmica o la natación sincronizada. Hay que remontarse a Atlanta 96 y aquel oro español para ver otro país que no sea Rusia copando el podio. Son cuatro Juegos consecutivos, nueve oros, pues se muestran intratables en individual y en conjunto. Sobre el tapiz y sobre la piscina.

Una dictadura basada en la competencia y el honor. Todas quieren ser gimnastas o nadadoras, saben que tendrán la vida solucionada después de la exigencia. Con miles de practicantes, en cuanto una niña destaca la incorporan al Centro de Alto Rendimiento más cercano para que se empape de la filosofía en la que se lucha no contra otro país sino contra otra compañera. Irina Víner, cerebro de la rítmica rusa del presente, entrena a cuatro grupos diferentes, que pelean entre sí por defender a su país. El premio al final del camino es mucho más que la medalla, pues se convierten en estrellas con poder para entrar en televisión o en la política.

Apoyo del público

España, con muchísimas practicantes, pero muy poca visibilidad, desafía ese estatus en Río. Ayer, en las rotaciones, las gimnastas españolas se quedaron a cinco décimas de las rusas en el ejercicio de cintas. Y las superaron por siete en el mixto. «Hoy empezamos de cero, así que no hemos hecho nada», explicó Quereda.

No solo son los números, también son las sensaciones. Un aro a destiempo que rodó demasiado bajó la nota de las rusas y mostró que también son vulnerables. Y sobre todo España respira alegría porque el público acogió el ejercicio como una obra de arte. «Me he sentido como en casa», decía Mohedano. Los aplausos se incrementaron conforme la samba del ejercicio de cintas animaba al personal. Con el mixto la ovación fue mayor, las chicas pudieron sacar a ritmo de guitarra toda la pasión y la fuerza que las ha hecho dignas de respeto por las rivales y por los jueces.

El grupo, equilibrado en cuanto a fuerza y expresividad, se compenetra a la perfección. La experiencia, además, les aporta carácter. Y ese sentimiento de comunión que hace que una sola mirada entre ellas sea un socorro o un ánimo. Juntas luchan hoy por romper el orden establecido, y político, y dejar el cuarto puesto de Londres en anécdota. Hoy, con más fuerza que nunca, entonarán su grito de guerra antes de desafiar el reinado ruso: «El dolor es temporal, la satisfacción es para siempre».

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