Pedro García Cuartango

El azar y la necesidad

Kroos asumió el papel de Beckenbauer en la selección alemana y demostró que los grandes equipos nunca se rinden

El tiempo se encoge y se estira en un partido de fútbol. Hay lances que pasan a una velocidad vertiginosa mientras que otros se hacen eternos. El filósofo francés Henri Bergson sostenía que el tiempo no es lineal sino «durée», duración subjetiva. Ello se verifica en el deporte del balón.

Seguro que a los suecos, agobiados por el dominio alemán, la segunda parte se les hizo larguísima, mientras que al conjunto de Joachim Low le sucedió al revés. El tiempo se detuvo cuando Kroos golpeó la falta en el minuto 95 y el cuero salió con efecto hacia la portería de Olsen. Todo quedó en suspenso, la suerte podía caer de un lado o de otro como cuando se lanza una moneda al aire.

Finamente cayó del lado alemán. Lo que demuestra que en el fútbol se puede perder en un segundo lo que se ha ganado en más de 90 minutos. La victoria fue una cuestión de azar pero también de necesidad porque sus jugadores crearon infinidad de ocasiones y lucharon hasta el final. El triunfo de Alemania le da la razón a Helenio Herrera, que afirmaba que se juega mejor con diez que con once.

Fue el mejor partido de este Mundial no ya por la calidad del juego sino por su extraordinario dramatismo. La intensidad de la última media hora recordó mucho a la prórroga en la semifinal entre Alemania e Italia en México 1970. Tras acabar el tiempo reglamentario con empate a uno, los dos equipos jugaron 30 minutos adicionales con continuas alternativas en el marcador y ataques de una a otra portería. Rivera marcó a pase de Boninsegna y dio el triunfo por cuatro a tres a Italia, que luego fue goleada en la final por Brasil.

El héroe del partido fue Beckenbauer, que siguió en el campo con el brazo en cabestrillo tras una brutal entrada italiana cuando avanzaba hacia la meta contraria. No sólo mostró su gran clase sino que todos vieron ese día su enorme coraje, no reñido con su extraordinaria elegancia.

Kroos asumió anteayer el papel de su ilustre antecesor en la selección alemana, que demostró que los grandes equipos nunca se rinden.

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