Todo llega. La final de esta noche en París cierra una nueva edición de la Eurocopa. Gane quien gane, el Portugal de Cristiano o la Francia de Griezmann, invisible hay un equipo que, sin jugar, se ha llevado la gloria oculta de su poderío europeo. Ese equipo no es ninguna selección nacional, sino un club que, no es casualidad, hace apenas poco más de un mes, se proclamó campeón de Europa: el Real Madrid. Quienes han brillado, han sido los del Bernabéu. Colocó a cuatro de sus jugadores en las semifinales: Cristiano, Pepe, Kroos y Bale. No fueron cinco por la maldita lesión de Varane, si no hubieran hecho un completo. Pero, incluso, antes ya destacaron nombres como el de Modric con Croacia; Lucas Vázquez y Morata con España. Sí, la excepción fue Ramos que no estuvo, ni por asomo –tal vez junto al croata Kovacic, a la altura de las circunstancias. Hoy veremos si es Griezmann o Cristiano el máximo goleador del torneo, pero lo cierto es que los madridistas se llevan la palma en el asunto capital: goles. Morata, tres; Bale, tres; Cristiano, hasta hoy a las nueve de la noche, tres. ¿Hay quién dé más? Bale se ha consagrado, ante las dudas. Se ha entregado, ha dirigido a Gales en cada encuentro. Cristiano ha igualado el número de tantos de Platini, y podría, en los noventa minutos que quedan, superarlo e inscribir, de nuevo, otro récord en su deslumbrante carrera. Morata rompió el maleficio del delantero centro con Del Bosque. Pepe se convirtió en un muro luso ante el ímpetu de los contrarios. Modric guió a Croacia y cuando no fue así los balcánicos desaparecieron. Kroos desplegó una elegancia y sentido en cada pase, memorables. Y el joven e inquieto Lucas Vázquez apuntó las maneras de un vértigo y un atrevimiento honorable, los pocos minutos que le dieron. Cuentan los que saben de cosas económicas y políticas que ya no compiten las naciones sino las comunidades económicas. El Madrid es hoy una bendita multinacional, una comunidad internacional. El equipo que ha ganado, sin jugar, la Eurocopa.