La ronda de octavos ha dado lo que se espera de una Eurocopa: el advenimiento de nuevas estrellas.

Portugal cambió ante Hungría con Renato Sanches (18 años), y su efecto se confirmó ante Croacia. Fue el mejor del partido y llevó la jugada del gol con una personalidad sorprendente.

Es un centrocampista extenso con dos virtudes aparentes: está en muchos sitios y consigue que cambie Portugal. Su impacto es innegable. Su aspecto de Karembeu razonable resulta espectacular.

Algo similar pasó con Francia. Deschamps tiene pensado un 4-3-3 en el que no está Coman (20 años), pero cada vez que sale mejora el juego. Ante Irlanda revolucionó el ataque y se fue de sus marcadores por dentro y por fuera. ¿Qué 4-3-3 es ese que impide que juegue el extremo?

Pues el de Deschamps. Con Coman retoca posiciones, rejerarquiza el centro del campo y aparece lo que tradicional, y de un modo algo coplero, se conoce como “un puñal”. Martial seria el otro, pero por ahora no hay oportunidad.

Y el tercer jugador es Draxler (22 años), el mejor ante Eslovaquia. Goleador, pasador, regateador y encima todo le sale bonito (hasta una ruleta hizo). Aquella noche del Madrid en Wolfsburgo no fue enteranente culpa de Danilo: enfrente estaba Draxler, que ha sido capaz de destrozar él solo un partido de Eurocopa

Draxler pasa a ocupar el puesto de Gotze y dinamiza a una Alemania diesel.

Dos extremos, y un centrocampista con visos de portento aún por clasificar (como una mariposa extraña sin especie conocida). Coman juega en el Bayern Múnich, equipo que ha comprado este verano a Renato Sanches al Benfica. Julian Draxler juega en el Wolfsburgo (esto es casi como decir que también jugará en el Bayern).

Tras las estrellas conocidas y codificadas en constelaciones (la madridista BBC, por ejemplo), aparecen estos jóvenes para mejorar, por fin, el juego de la Eurocopa