Mundial 2018

Islandia, proezas vikingas al calor del trabajo

Tras su clasificación para el Mundial se esconde una planificación concienzuda para forjar una identidad a través del fútbol

Los jugadores islandeses, tras certificar la clasificación para el Mundial de Rusia 2018 AFP
Alejandro Díaz-Agero

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Sin ni por asomo ser una ciencia exacta, elevada como es la presencia del factor sorpresa el fútbol, pocas recetas para cocinar un éxito como la del trabajo. Al calor que aporta su cocción, en una de las regiones más al norte del planeta, se fraguó uno de los hitos que con más fuerza han resonado en los últimos años, con permiso del Leicester de Claudio Ranieri. La selección nacional de Islandia , el sexto país con menos habitantes de los 54 que opositaban a estar en el Mundial de Rusia (334.000), certificó el pasado lunes su clasificación. Para quien recién se asome a este combinado repleto de rostros desconocidos tras grandes barbas, una advertencia: no es casual.

Islandia lleva 20 años obsesionada con reformular la formación de sus jóvenes. Entonces era habitual ver cómo los fines de semana las calles de Reikiavik colapsaban ante la celebración masiva empapada en alcohol que los menores hacían de su juventud. El gobierno, consciente de las peculiaridades climáticas a las que estaban sujetos, emprendió un plan para sembrar la isla de instalaciones cubiertas y climatizadas. Junto a las subvenciones económicas que prestó a los críos que se alistasen en los equipos de sus ciudades y la profesionalización concienzuda que hizo de los técnicos locales –en Islandia presumen de que no queda un pueblo sin un entrenador con licencia UEFA –, creó un caldo de cultivo del que ahora bebe con orgullo todo el país.

Hermann Hreidarsson ha podido ver de cerca cómo el nivel futbolístico de Islandia engordaba al tiempo que escalaba puestos en el ranking FIFA y repartía jugadores por Europa. Él fue uno de los pioneros, pescado en 1997 por el Crystal Palace de la Premier League para apuntalar su defensa, y aposentado durante 15 años en el boyante fútbol inglés. «La principal diferencia con respecto a la Islandia en la que yo jugaba es que los futbolistas jóvenes están siendo entrenados como corresponde, por lo que salen chicos mucho mejores. También ayuda que ahora haya más extranjeros que vengan a jugar a la liga local», señala a ABC desde la capital islandesa, donde hoy entrena al Fylkir de la segunda división. Él, que en su hoja de servicios cuenta con 89 partidos como internacional, conoce la marca distintiva del pelotero islandés: «La esencia es la actitud. Somos una nación de gente trabajadora, muy ambiciosa y lista para hacer lo que haga falta para mejorar en todos los sentidos».

La fugacidad de dos hitos concatenados como la eliminación de Inglaterra en los octavos de la pasada Eurocopa de Francia –aunque habría que reseñar que el triunfo iniciático fue clasificarse por vez primera para una competición intercontinental– y la clasificación para la próxima Copa del Mundo sombrean un camino trufado de escalones que los islandeses han ido subiendo con fervor. En 2011 el combinado sub-21 se clasificaba para los cuartos de final del europeo con la que hoy es la base del cuadro absoluto, incluidos el capitán Gunnarsson, y el jugador más dotado, Sigurdsson, que firmó el pasado verano por el Everton de Koeman, previo pago de 50 millones de euros. En 2014, Islandia caería en la repesca para ir al Mundial de Brasil frente a Croacia, quien ahora debe jugarla después de hincar la rodilla en el único grupo con cuatro participantes de la última Eurocopa, el que compartía con Islandia, Ucrania y Turquía.

La receta de su próxima gesta: orden nórdico en sus filas, caos vikingo en las rivales

«La llave de todo son Lars Lagerback y Heimir Hallgrimsson –Lagerback tuteló en el banquillo a Hallgrimsson hasta la Eurocopa–. Lo que hicieron, de manera silenciosa, fue instalar una imagen positiva para el fútbol islandés. Ello trajo optimismo a los medios; fe y armonía para el pueblo islandés», detalla Hreidarsson. Álvaro Montejo , madrileño que juega en el IBV de la primera islandesa, radiografía el perfil del técnico islandés: «Suelen hacer entrenos cortos pero intensos, casi todo con balón. Son entrenadores muy tranquilos, a los que les gusta trabajar duro entre semana y confiar en lo preparado el día de partido». De Hallgrimsson, al que conoce por ser hincha del club para el que juega, dice que es una persona «muy cercana». «Siempre nos coge a los extranjeros aparte y nos pregunta cómo vemos el fútbol de allí», asegura.

Contra lo que quien haya permanecido ajeno al auge del fútbol islandés pueda pensar, Hreidarsson se levanta: «Esto no es un milagro. No hemos perdido un partido en casa en cuatro años , y nos hemos clasificado para una Eurocopa y un Mundial en dos. Por el camino, hemos ganado a grandes potencias futbolísticas. Se ha hecho una remodelación desde la raíz en las dos últimas décadas, desde el personal de los clubes hasta la federación». Montejo destaca la calidad humana del pueblo islandés, evidenciada en que no hay picardía ni para perder tiempo cuando el marcador es favorable y el cronómetro agoniza. Su juego lo confían a ser fuertes atrás cuando toca, a servirse de su presión voraz para robar la pelota cerca del marco rival, y a explotar las ocasiones en las que su punta (uno entre Bodvarsson, Finnbogason y Sighthorsson) logre incorporar a los centrocampistas al ataque. Mirando a Rusia, Hallgrimsson señala que confía en que su estructura les vaya a permitir «sembrar el caos partido tras partido». La receta de su próxima gesta: orden nórdico en sus filas, caos vikingo en las rivales.

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