Fútbol

La errática política culé de fichajes

Las operaciones de entradas y salidas del Barcelona transmiten una sensación de cierta improvisación

Yerry Mina celebra un gol con Colombia AFP

Sergi Font

La filosofía del Barcelona se ha basado históricamente en potenciar la cantera y fichar a los mejores jugadores del momento. Una elogiable teoría que últimamente no se ha llevado a la práctica, hasta el punto de convertir la política de fichajes en un sin sentido carente de coherencia. Solo así puede explicarse que la dirección deportiva invirtiera 40 millones de euros en un jugador que aglutinaba más contras que pros, como es el caso de Paulinho, y que un año después, tras haberse ganado el respeto del Camp Nou con buenas actuaciones y el reconocimiento global tras un destacable Mundial, el club azulgrana se decida a cederlo una temporada al club al que se lo compró .

El problema de esta errática política de fichajes es que no se trata de un hecho aislado sino que viene repitiéndose mucho más de lo permitido. También ha sucedido con Yerry Mina, uno de los futbolistas más discutidos de la plantilla al que el Mundial le ha revalorizado hasta límites insospechados, y que puede verse fuera del equipo tras la decisión azulgrana de pagar los 35 millones de la cláusula de rescisión de Lenglet. Fichado por Robert Fernández en el mercado invernal, nunca gozó de la confianza de Valverde. Desembolsó el Barça 11,8 millones de euros para minimizar los efectos de la precipitada salida de Mascherano hacia el Hebei Fortune, equipo de la Superliga china, y elevó los desaciertos a la hora de dar con un central de garantías.

Pero en el debe de los actuales mandatarios del Barça sigue habiendo muescas que denotan una pésima gestión. Nadie se explica el pago de 160 millones de euros en el mercado invernal, la cifra más alta de la historia del club catalán en un traspaso, por un futbolista que no podría jugar esa edición de la Champions League. Se trata de Coutinho , que participó en la fas e de grupos con el Liverpool y eso le inhabilitó el resto de la temporada. También cuesta de entender el pago de 145 millones por una promesa como Dembélé , que no tenía experiencia en el fútbol de elite y que el año anterior había sido ofrecido por una cantidad muchísimo menor. Incluso el propio Nelson Semedo debe andar preguntándose aún los motivos por los que le ficharon previo pago de 35 millones para colocar en el lateral derecho a un centrocampista como Sergi Roberto.

No minimiza esta concatenación de despropósitos y despilfarro la decisión de Antoine Griezmann de quedarse en el Atlético de Madrid, librando al Barça de pagar cien millones de euros por un delantero que no necesitaba al tener bien cubierta la plaza. Más allá del ridículo que sintió una directiva que pensaba que el futbolista estaba atado, quedó patente que no dolían prendas en comprometer la inversión de la temporada en un jugador simplemente porque el precio era atractivo. La prueba de ello es que las calabazas de Griezmann no reactivaron la búsqueda de otro delantero, sino que los responsables deportivos giraron la vista hacia dos posiciones completamente diferentes: el eje de la zaga y la creación en la medular.

Lenglet y Arthur

Y escogieron dos nombres propios. Para el primer puesto coincidieron en que Clement Lenglet era el futbolista idóneo, aunque costara 35 millones de euros y ya tuvieran cuatro centrales en el equipo ( Piqué, Umtiti, Vermaelen y Yerry Mina ). Y para más inri, la secretaría técnica valora renovar al belga, que acaba contrato el 30 de junio, lo que aún cierra más el paso a Mina. Para el segundo se decantaron por Arthur Melo , centrocampista de Gremio de Porto Alegre, club que aceptó traspasarlo en diciembre a cambio de 30 millones de euros más otros nueve en incentivos. La marcha de Iniesta aconsejó adelantar su llegada. Opciones que provocan un efecto colateral .

Yerry Mina , sensación del Mundial, puede acabar cedido (el Milan está bastante interesado), y Paulinho ya ha cerrado su regreso al Guangzhou Evergrande por el refuerzo de la medular, temiendo pérdida de protagonismo y valorando una oferta económica irrechazable . Lo que no se entiende es el papel del Barcelona, que le cede al equipo chino tras haber pagado 40 millones por él y estando satisfecho con su rendimiento (ha sido el tercer máximo goleador del equipo).

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