Selección española

El doctor Luis Enrique y el señor Hyde

El seleccionador es capaz de generar simpatías y odios por igual por su carácter

Luis Enrique cuando era entrenador del Barcelona EFE

Sergi Font

Pocos deportistas han sido tan trasparentes ni tan volcánicos como Luis Enrique Martínez, capaz de aglutinar éxitos y elogios y coleccionar animadversiones a partes iguales. Su capacidad para cosechar títulos gracias a su trabajo, dominio de los conocimientos futbolísticos y contrastada profesionalidad es proporcional a su capacidad para recibir críticas por su fuerte carácter y su nula capacidad de empatizar. La polaridad es tan marcada que los nueve títulos cosechados en los tres años que estuvo en el Barcelona (en 2015 ganó un triplete) quedan empañados por su turbulenta relación con la prensa y sus respuestas exentas de cualquier atisbo de diplomacia.

Nunca se ha escondido y siempre ha ido de frente. Para lo bueno y para lo malo. Lo ha hecho desde que debutó en el Sporting de Gijón y tal vez por ello se ha podido instalar en la elite . Sus encontronazos con el madridismo han sido constante desde que salió del Bernabéu de malas maneras para recalar en el Camp Nou. «Como soy más radical que Piqué mejor me callo» , «me veo raro de blanco, el azulgrana me sienta mejor» o «el 2-6 ha sido un orgasmo futbolístico» han sido algunas de las frases que le encumbraron como ídolo en el Camp Nou y le convirtieron en uno de los villanos más odiados para el Real Madrid.

Antimadridista declarado

Precisamente, sus filias y fobias con las bufandas alimentan los reproches de los que no le acaban de ver como seleccionador. Hay quien, incluso, dice que la elección de Luis Enrique es la jugada con la que Rubiales pretende devolverle a Florentino Pérez el fichaje de Lopetegui. No obstante, el antimadridismo del asturiano es «peccata minuta» comparado con sus declaraciones políticas comparando a Cataluña con España. «Ahora no está bien visto decirlo pero los catalanes son la hostia , las personas, la ciudad... están muy adelantados a lo que es España en general. Son educados, respetuosos, muy trabajadores, allí seguiré», aseguró el mes de abril pasado. Esta afirmación no le impidió asegurar en la misma entrevista que «me gustaría ser seleccionador. Y mucho, además» . Y es que si algo no se puede dudar de Luis Enrique es su entrega y compromiso con la selección, con la que disputó 62 partidos. El ejemplo mas gráfico de su carácter es la icónica imagen en la que se queja al árbitro con la nariz ensangrentada tras un codazo de Tassotti en el Mundial de 1994.

El actual seleccionador ha sabido rodearse de un círculo íntimo impenetrable y su obsesión como futbolista y entrenador siempre ha sido blindar y bunkerizar el vestuario . Toda la desconfianza que le generan los elementos externos la revierte en bromas y amabilidad entre sus colaboradores, en los que sabe delegar. Habituado a convivir en vestuarios repletos de egos («el líder soy yo» aseguró nada más firmar por el Barcelona), ha sabido aprender de los encontronazos que ha lidiado con las grandes estrellas debido a su no menos fuerte personalidad. Francesco Totti o Leo Messi son los grandes ejemplos. Si plantarles cara puede entenderse como un acto de irresponsabilidad, saber revertir la situación le confiere un aval a la hora de ponerse al frente de una selección tan contrastada como la española. El ejemplo es válido: si al medio año de aterrizar en el banquillo del Camp Nou estuvo a punto de irse al INEM por sentar y enfrentarse a Messi , seis meses después ambos celebraban abrazados un histórico triplete.

Capacidad contrastada

Luis Enrique presenta más dudas en la opinión pública por el ruido ambiental que por sus capacidades profesionales y en este sentido Rubiales ha debido valorar que lo ha escogido para lavar la imagen de la selección, no para representar a España en un concurso de buenas maneras. Y ahí, el asturiano no genera dudas. Domina la pizarra y ha sabido imponer variantes tácticas , como demostró en un Barcelona que se enriqueció con el juego vertical y el contraataque, que parecían conceptos tabú. También ha sabido adaptarse a los tiempos. Si en Vigo montó un andamio para visionar los entrenamientos del Celta, en el Barça modernizó los entrenamientos con la inclusión del chaleco GPS , capaz de detectar el estado de forma de los jugadores. Ha demostrado sus valía, compromiso y preparación. Y su intensidad. Tanto como su capacidad de quemar etapas a velocidad de vértigo y fagocitarse a sí mismo .

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