Koeman y Stoichkov con la Copa de Europa conquistada en Wembley en 1992
Koeman y Stoichkov con la Copa de Europa conquistada en Wembley en 1992 - ABC
Barcelona

Un gol que cambió la historia

Hoy se cumplen 25 años del legendario gol de Ronald Koeman ante la Sampdoria en la final de Wembley y que significó la primera Copa de Europa del club azulgrana

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«Me llama más gente cada 20 de mayo que el día de mi cumpleaños», asegura con una sonrisa Ronald Koeman. La culpa la tiene el legendario gol que le marcaba a la Sampdoria en la final de la Copa de Europa, tal día como hoy hace 25 años. Era el minuto 111 del encuentro y el holandés no solo batía a Gianluca Pagliuca sino que marcaba un punto de inflexión en la historia del Barcelona, un club al que le faltaba un título de esa magnitud y calibre para ser reconocido a nivel mundial. La final de Wembley enterró todos los fantasmas derrotistas que rodeaban al Barça y encumbró a un equipo que marcó tendencia: el Dream Team de Johan Cruyff.

Pero no todo fue tan maravilloso. Tras el «salid y disfrutad» con el que Cruyff arengó a sus futbolistas hay algunas anécdotas que han trascendido ahora, 25 años después. «Yo estaba acojonado, los catalanes somos muy catastrofistas y pesaba que si perdíamos no nos íbamos a levantar en la vida», explica Guardiola en un documental de «Informe Robinson». Nadie se dio cuenta que en la celebración posterior, Pep no estaba. «Me quedé en la habitación vomitando, suerte que al día siguiente me comí dos huevos fritos con bacon que me pusieron el cuerpo bueno». Y Koeman, compañero de habitación del futuro entrenador del City, recordaba: « Pep me despertaba cada dos horas para recordarme que habíamos ganado la Copa de Europa».

Si hubo un jugador que sufrió más que nadie, ese fue Albert Ferrer. Pocos recuerdan que en noviembre se partió la rodilla y se pasó seis meses de baja. «El gol de Bakero en Kaiserlautern lo viví en la UCI porque tuve una infección en la rodilla operada. Mi madre me iba diciendo qué pasaba», explica el Chapi. Logró recuperarse y ser titular aquel partido, pero sus preocupaciones no acabaron. «Me tocó pasar el antidoping y yo me había medicado. Era todo legal pero me entró una paranoia y no hacía más que pensar: ‘ a ver si nos van a quitar ahora la Copa de Europa por mi culpa’. Y así me tiré tres semanas hasta que nos dieron los resultados», desvela.

Una de las anécdotas más divertidas la cuenta Julio Salinas, suplente habitual: «Cruyff me llamó varios días antes para decirme que iba a jugar. Yo pensaba que le había dado una chaladura. Me dijo: ‘te lo digo para que no salgas la noche anterior’». El vasco tuvo un par de jugadas en las que pudo marcar. Sus compañeros aún se cachondean. «Menos mal que no marcó Julio. No importa quién marque..., si no es Julio», apunta entre risas Koeman. Y Laudrup añade: «Salinas era mejor contra cuatro que contra uno».

No ensayaban las faltas

Cruyff preparaba los partidos de forma peculiar. Uno de los jugadores más importantes de la Sampdoria era Lombardo, al que tenía que marcar Juan Carlos, que recuerda: «Ni lo conocía ni sabía que iba a rondar por ahí». Nadie le había explicado nada y trajo de cabeza a los culés. Es más, como asegura Stoichkov, «no entrenábamos las faltas, la chutamos así porque así se nos ocurrió en ese momento», en referencia al gol que marcó Koeman, que lo recuerda como «el mejor momento de mi vida». En lo que coinciden todos es en el ambiente que rodeaba a la plantilla. «Aquel equipo jugaba riendo», explica Amor. Y Eusebio añade: «El Barça era un grupo de amigos». Había obsesión por jugar bien. Cruyff lo justificaba porque « yo tengo que ver todos los partidos y quiero disfrutar, no aburrirme». Y lo consiguió aquel lejano 20 de mayo de hace 25 años.

Las botas de Vialli merecen ir al Museo culé

Gianluca Vialli, delantero de la Sampdoria en la final, tuvo tres ocasiones que no ha conseguido olvidar. «Recuerdo la rabia que sentí en ese momento y cómo Vujadin Boskov nos decía al final que los hombres de verdad no lloran por el fútbol. Tal vez no éramos hombres de verdad», explica . «Aún me parece sentir el roce del balón en los dedos», explica Zubizarreta, que le desbarató las ocasiones. Vialli, ahora, se lo toma con humor: «En el museo del Barça deberían estar mis botas, si hubiera marcado aquellas ocasiones la historia hubiera sido diferente». Y reconoce: «Por el bien del fútbol fue justo que ganaran la Copa de Europa».

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