Cádiz CF

Siembra otoñal

La confianza se antoja mayor que en anteriores ocasiones

Pepe Reyes

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Garrido ha cumplido 30 años esta semana.

Una euforia contenida , una ilusión poco a poco desatada envuelve a la afición cadista, que contempla con abierto regocijo cómo su equipo incrementa cada semana el casillero de la ya abultada puntuación. Ni las previsiones más optimistas podrían vaticinar que, transcurrido un cuarto de competición, el Cádiz CF comandara con tan desahogada autoridad la tabla y mirara a sus rivales desde el relajado peldaño que se ubica en la cúspide clasificatoria.

Tiempos de bonanza para la hinchada amarilla , que le permiten saborear el presente y construir fundadas expectativas sobre lo que pueda acontecer en un futuro cercano. Ese futuro nada lejano, que se abrevia y que se angosta en las calendas primaverales y que decidirá entonces si los méritos contraídos resultaron suficientes para acceder entre honores al Olimpo futbolístico. Al que se debe llegar con las alforjas bien cargadas de puntos y con un bloque en perfecto estado de forma, aspecto de suma trascendencia para afrontar con garantías las lides definitivas que el tramo final del calendario tiene marcadas.

La agridulce experiencia de años recientes durante los últimos partidos de liga, en los que se escapó la liguilla de ascenso cuando parecía asegurada, debe servir como escarmiento, estímulo y decidido propósito de enmienda para rectificar todo aquello en lo que, con tan incomprensible contumacia bianual, se erró.

Pero esta campaña las cosas se advierten diferentes, la confianza se antoja mayor que en anteriores ocasiones puesto que el equipo, además de imponerse en casi todos los duelos diputados hasta ahora, transmite una renovada sensación de solvencia, orden, esfuerzo y autoridad que lo convierten en temible para sus rivales e ilusionante para el cadismo. Feliz colectivo que, a pesar del general optimismo, haría bien en no olvidar el imprevisible y voluble carácter que el fútbol posee, cuyo componente aleatorio y arbitrario distribuidor de fortunas y desgracias lo han convertido en un deporte rey, único y universal. Por lo que, tras una siembra otoñal verificada con total éxito, sólo cabe esperar que, arribado un nuevo equinoccio, la recogida de mieses primaverales complete una cosecha fructífera, abundante y triunfal.

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