Cádiz CF

Lunes de pasión

El partido entre Cádiz CF y Huesca respondió a las expectativas

Pepe Reyes

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Servando celebra el gol del empate ante el Huesca

Altas cotas de incertidimbre y de tensión se vivieron el pasado lunes en el Carranza, en ese duelo de alturas que nos enfrentaba al poderoso equipo oscense. Auténtico Lunes de Pasión, pues pasión era la que se palpaba, estremecía y hasta se desbordaba en los rostros de los aficionados cadistas, advertidos y expectantes ante lo decisivo del lance. Y aunque no constituyera ningún dechado de exquisiteces futbolísticas, el partido sí respondió con creces a lo que de él se esperaba , ya que ambos conjuntos pusieron en la lid todo el empeño y toda la intensidad que sus fuerzas le permitieron.

Un encuentro que se pudo ganar, si hubiera fructificado en goles ese arreón ofensivo que el Cádiz CF protagonizó durante los primeros veinte minutos de la segunda parte, en los que, una vez tomada la iniciativa en el medio del campo, consiguió encerrar en su área al rival. Pero que también se pudo perder, si el Huesca hubiese materializado algunas de las claras ocasiones que dispuso en la recta final del choque. Contrapuestos pasajes de dispares sensaciones, en los que se pudo comprobar que los momentos en que los amarillos ejercieron mayor dominio y fueron capaces de generar más situaciones de peligro correspondieron a los minutos en que Cervera experimentó la baza atacante de dos delanteros, Jona y Barral. Escoltados éstos por un Eugeni por la izquierda, que tal vez firmara en esa posición su actuación más destacada con su nueva camiseta, y por un Álvaro García por la derecha que, al jugar a pierna cambiada, la propia inercia de sus veloces conducciones se veía atenuada para buscar el pase con su zurda, lo que otorgaba a las penetraciones una pausa desconocida en sus habituales desbordes a pierna natural.

Pero al ingresar Moha Traoré en el campo y ubicarse como extremo diestro, la disposición de los hombres tornó a su formato original. Lo cual vino a coincidir con una pérdida del control del juego y el consiguiente renacer de lo aragoneses, lo que convirtió el postrero tramo del partido en una agónica amenaza para los locales.

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