CÁDIZ CF

Abocados al milagro

"Porque no se puede entender que ante rivales de escasa entidad apenas se hayan generado ocasiones de gol y casi no se haya disparado a puerta"

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Juanjo controla el balón ante Etamané.
Juanjo controla el balón ante Etamané.

A falta de dos jornadas para la conclusión de la temporada regular, el Cádiz CF ha asegurado, de manera virtual, su comparecencia en las decisivas eliminatorias de ascenso. Lo hará como cuarto clasificado, lo que supone que afrontará esos partidos a vida o muerte con el mayor de los inconvenientes añadidos.

Circunstancia que certifica un fracaso sin paliativos para un club que ha dispuesto del presupuesto más elevado de la categoría para la confección de su plantilla. Un equipo que estaba llamado a erigirse en campeón del grupo y ha tenido que renunciar precipitadamente a la pugna por el liderato, debido al ínfimo nivel futbolístico ofrecido.

Aún queda el consuelo de que el máximo objetivo marcado, que no es otro que el ascenso, no se ha esfumado todavía.

Pero si analizamos las recientes cifras obtenidas, la situación es para echarse a temblar: conseguir dos puntos de los últimos dieciocho convierten al amarillo en el peor conjunto de toda la Segunda B durante este reciente mes y medio de competición.

Y si los datos que arroja el equipo obligan a desechar cualquier tipo de esperanza, peor queda el ánimo tras contemplar el pésimo juego desplegado en estos seis partidos. Un fúbol inerte, plano, sin chispa, inocuo arriba y frágil detrás, carente de fluidez y de cordura, propio de jugadores atenazados que han conseguido aburrir y hasta desesperar a su fiel afición.

En una temporada marcada por un tono gris generalizado, se han vivido momentos de inexplicables altibajos en el rendimiento. Pero lo ocurrido en este último tramo de liga se haya fuera de cualquier intento de aprehensión a partir de lo racional y de la lógica.

Porque no se puede entender que ante rivales de escasa entidad apenas se hayan generado ocasiones de gol y casi no se haya disparado a puerta. Tenebroso augurio se cierne, pues, cuando nos enfrentemos a conjuntos sólidos, que no concederán ningún tipo de facilidad, como bien comprobaremos desde el próximo 22 de mayo.

Transidos ante lo experimentado, desazonados ante lo sufrido, sólo queda encomendarnos al milagro de un inesperado resurgir.

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