Cádiz CF

¿Soy el único?

'Se va a un sitio que posiblemente sea maravilloso, pero el camino para llegar a él ha sido tortuoso'

Alfonso Carbonell

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Los jugadores del Cádiz CF fueron recibidos por su afición en el Ramón de Carranza en el choque ante el Fuenlabrada.

Antes que nada, debo decir que este ascenso lo he vivido el que menos de todos. Y con gran diferencia. Y no solo por la irrupción del coronavirus sino por todo en general. Ha sido el que menos me ha transmitido el equipo, el que menos he sufrido, el que menos he disfrutado, el que menos vivencias me ha aportado, el que menos anécdotas me he llevado, el que más me ha decepcionado, el que más me ha aburrido, en definitiva, el que más triste ha sido.

Por vivir, viví y disfruté, y de qué manera, aquel del Cádiz B de Sebas Herrera a Tercera de hace ya unos cuantos años. Y de ese a todos los demás exceptuando este donde apenas guardo recuerdos para el futuro.

Sí, lo sé. Decir esto en esta época de ‘likes’ y redes sociales donde niñatos y niñatas (y no tan niñatos y eso es lo que sorprende a veces) reparten carnets de cadismo es algo que se puede salir de lo normal pero, miren, ya uno tiene unos años y está feo tener que tragarse las opiniones que libremente les sale del sentimiento. Y no, este Cádiz CF ha subido a Primera pero a mí, personalmente, me ha bajado a las profundidades de un mundo donde el fútbol moderno y sus vivencias cada vez pasan más desapercibidas. Y eso, en el mejor de los casos.

No se trata de hablar de fútbol, que eso ya, ¿para qué? El resultado es lo que importa y ese dogma se ha impuesto en una plaza donde siempre se intentó buscar el fútbol arte. Sólo hay que hacerse una idea de dónde estaría el ídolo de esta afición de haberle tocado en este equipo. En Valladolid, posiblemente. O en El Salvador, casi seguro.

Pero repito, no se trata de hablar de fútbol arte, se trata de hablar de ese pellizco que ya a uno no le viene como le vino, no hay que irse tan lejos, en A Malata, El Sardinero o el Rico Pérez en una ‘play off’ de ascenso donde sí se tocó el cielo con las manos gracias a un equipo, y aquí lo importante, que trans – mi – tí – a. Por no hablar de Chapín, Irún, Las Palmas y aquellas míticas permanencias con Irigoyen a punto del infarto en cada final de Liga.

Lo siento. No puedo decir que este Cádiz CF me transmita . Cero. Por supuesto que seré el primero, espero, en que note por mi cuerpo el gusanillo en cuanto se abra el telón de la primera jornada de Primera División, pero este final de Liga lo he seguido como el que sigue una fila donde se recoge una entrada para la opera. Sí, el sitio al que se va posiblemente sea maravilloso, pero el camino para llegar a él, sin gente (o vaya gente), sin desplazamientos que recordar, sin apenas partidos que hayan quedado marcados en la retina, sin fiesta ni grada y sin fútbol, ha sido tortuoso. Lo mejor, sin duda, es que ya ha acabado. ¿Soy el único?

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