Cádiz CF

El fútbol no educa

La última visita del Mago a Cádiz ha dejado anécdotas que no deberían ser aplaudidas pese a la grandeza del mito

Alfonso Carbonell

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El salvadoreño llegó una hora y media tarde a la recepción del alcalde.

Lo tengo más que claro y me duele en el alma decirlo porque amo este deporte, pero no, el fútbol no educa. Es lógico, porque como se suele decir es un deporte que crece en los potreros argentinos, en las favelas de Río, en las calles de todos los países… A diferencia de otros deportes como el balonmano o el baloncesto, que se perpetua en los colegios como tantas veces se ha dicho.

Pero el fútbol no educa. Está más que claro. No se castiga duramente al infractor, no se repudia al ‘teatrero’… Los ultras no son más que la extensión de un equipo que siempre pide el apoyo de estos para volar en el campo con la excusa de que son el motor, siendo cierto, del estadio. Es así. Y no por ello renegaré de él porque me apasiona. Pero al pan, pan, y al vino, vino. El fútbol no educa.

No se engañen, queridos padres, en el fútbol difílcimente se educa. Por supuesto que siempre hay rara avis, personas que forman y educan, ángel en mitad de una selva que por desgracia pierden protagonismo a medida que el fútbol se va profesionalizando.

Todo esto viene a cuento de la última visita del Mago, que vaya por delante, es cascarón de huevo en toda esta historia pero que no por ello se puede saltar por alto. Más que nada, para decirle a los chiquillos que vale, que es un mago y un genio, pero que así no se puede ir por la vida, como seguramente él mismo admitirá.

Retrasos porque sí, personas esperando, falta de tacto con periodistas que están trabajando, ‘espantás por aquí, espantás por allá, ausencias en cita programadas… Simplemente Mágico y con ese se arregla todo. Está bien que se le rían las gracias porque se las llevan riendo nuestros mayores desde que era un crack con la pelota. Está bien, sí, pero ¿tanto, tanto, tanto…? Pues como que no. ¿Ese es el ejemplo que queremos dar a la chavalería?

El primero de los retrasos fue de hora y media. Ojo, hora y media. Y no a un cualquiera, no. Al alcalde de una ciudad que debe estar trabajando para sus ciudadanos. Llámenme iluso o lo que deseen, pero que bien hubiera hecho a esta sociedad, que mensaje tan bueno y edificante lleno de responsabilidad hubiera dado al personal  José María González Santos si, visto el mayúsculo retraso del futbolista, hubiera llamado al jefe de protocolo del Cádiz CF para decirle, de buenas, que ‘oye, que Jorge no venga ya, que se vaya ya para otro sitio, que me ha cogido el toro por su culpa y que me va a resultar complicado recibirle porque más que nada habíamos quedado hace hora y media… Es que tengo una agenda y todo eso… Una ciudad de la que preocuparme y llevo aquí esperando más de una horita al muchacho…’. Y tan amigos, oiga. Y el Mago, feliz. En la cama.

P. D. Y para colmo, viendo todo eso, la estatua del político liberal Segismundo Moret, que recibía a sus visitas de pie y sin darle asiento para que fuesen directas, rápidas y no generasen tertulia para así ganarle tiempo a sus ocupaciones. Pero eso eran otros tiempos…

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