CÁDIZ CF

Ortuño: La felicidad es el camino

El delantero, que estuvo muy cerca de colgar las botas en 2013 al perder la sonrisa, primó su bienestar en el Cádiz por encima de dinero y objetivos

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Alfredo Ortuño es el máximo goleador del Cádiz CF con quince tantos.
Alfredo Ortuño es el máximo goleador del Cádiz CF con quince tantos.

Verano de 2013. Desasosiego, tristeza infinita, ilusión quebrada. Alfredo Ortuño (Yecla, 21 de enero de 1991) regresa a casa, con la familia, con esa sensación pegajosa de fracaso que se adhiere a la piel y no la deja respirar. El fútbol se le escapa entre los dedos, la realidad le asfixia y su exigente personalidad le empuja irremisiblemente a tomar la fatídica decisión. Lo deja, ya no aguanta más.

Para este delantero la felicidad es el camino, no el fin, y hace tiempo que ya no es feliz. Más allá de goles, categorías, títulos y ascensos, prima su bienestar personal, y la sonrisa se le ha borrado del rostro. Nada, que tira la toalla y cuelga las botas. Se va a trabajar con el padre en su empresa Cabanes y Ortuño, de textiles para el calzado y tapicería para el descanso, entre otras actividades.

Años de formación en la cantera del Albacete, el debut con el primer equipo junto a la estrella del Chelsea Diego Costa (una de sus innegables referencias), se estrellaban con el muro de la desesperación tras dos fiascos en los filiales de Getafe y Levante.

No es el primer chaval ni será el último. No obstante, sus más allegados, su agente Joaquín Vigueras, le convencen para que siga jugando cerca de su tierra, en el humilde La Hoya Lorca. Que no desperdicie su talento con sólo 22 años. Representante de una pedanía lorquí, Grupo IV de Segunda B, Ortuño comienza a torcer el labio y a recuperar la alegría. Con sus goles (10 en 19 partidos) convierte al brócoli mecánico en la revelación de la temporada y llama la atención de dos paisanos que le demuestran la confianza necesaria para volver a sentirse futbolista.

La confianza de Pina y Cordero

Quique Pina y Juan Carlos Cordero se cruzan en su camino (y eso Alfredo nunca lo olvidará). Abonan la pírrica de cláusula de 10.000 euros y lo catapultan a la Liga de Fútbol Profesional. Cedido en el Girona firma una segunda vuelta espectacular con 9 tantos que lo envían directamente a Primera División, a realizar la pretemporada con el Granada, y ahí topa con un Joaquín Caparrós que frena su proyección.

Pina recibe ofertas de Córdoba, Eibar y hasta del Blackburn Rovers, que le asegura a Ortuño vivir del fútbol durante su carrera. Pero el sevillano se niega en rotundo a su salida, se cierra en banda. Lo alinea como titular en el tercer encuentro de la temporada y de ahí al ostracismo. Otro palo para el yeclano, que sólo quiere jugar, sólo quiere ser feliz. El mercado de invierno, su cara y su cruz (un objetivo es acabar la temporada donde comenzó), le abre la puerta de Las Palmas, y ayuda a los canarios a rubricar el brillante ascenso de Primera División.

Un éxito indiscutible que encierra una trampa, un regalo envenenado: en el contrato de cesión existía una cláusula por la que el club canario debía comprar al ariete en caso de ascenso por un millón de euros. Pago obligado de una entidad que no confía, y pronto le saca un billete para Zaragoza, donde lidera la tabla de goleadores hasta que el cambio de entrenador le obliga a cambiar de aires. Enero, otra vez a hacer las maletas, en vuelo a Mallorca.

En la Isla, amén de los problemas deportivos del conjunto bermellón, sufre intensas molestias en el tobillo que le hacen jugar siempre con dolor; reposo durante la semana e infiltración en los días de partido para aguantar y jugar mermado, al 40% de su rendimiento. Casi no podía andar sin los medicamentos. Aún así, Fernando Vázquez peleó hasta el final por mantenerlo una campaña más.

Felicidad truncada. Regresa a Las Palmas por el obligado matrimonio, con estrellas como Boateng, Araujo y Livaja por delante y falto de ritmo y confianza tras operarse del hueso del tobillo (5 de junio). "Entrenaba y me decía: ‘¡Qué paquete soy. No estoy, no estoy. Yo antes sabía pegarle así y ahora no sé. Antes me iba y ahora no me voy’. Un calvario", reconoce el futbolista.

La llamada del Cádiz CF

Ortuño es un futbolista muy cotizado en Segunda. 18 de los 22 equipos de la categoría de plata se interesan por su situación. Al otro lado, una voz conocida. De nuevo Juan Carlos Cordero al teléfono. No tuvo dudas. Cádiz le ofrece lo que busca después de tantos resbalones: tranquilidad, un recién ascendido sin la presión agobiante de subir, una ciudad que respira fútbol, una directiva que le demuestra su confianza, un proyecto ilusionante que le guarda un sitio. FELICIDAD. Insiste en ello. La valora por encima del salario que le prometían en otros destinos, superior al que posibilitaba la entidad amarilla.

Y su apuesta ha salido bien. Se ha recuperado totalmente de sus dolores en el tobillo y así despliega su potencial cada semana. Segundo en la tabla de pichichis, con once goles en 37 disparos (mayor efectividad que Messi y Cristiano). Es un delantero completísimo, una referencia para fijar a los centrales con buen trato de balón, disparo con las dos piernas, aguanta la pelota, tiene velocidad, remate de cabeza, visión de juego y una definición que ha mejorado en estos meses para dar un paso más en su progresión. En el debe, la impaciencia mostrada en los malos momentos, cuando las ganas le llevaban a intentar cosas que no están a su alcance, a no soltar la pelota cuando es necesario.

Muy tranquilo, casero y hogareño, noble y humilde. Poco dado a las 'escenitas', dentro y fuera del rectángulo de juego. Vive con su novia en La Barrosa, cerca de Eddy Silvestre y Brian Oliván, con quien mantiene una muy buena relación y es compañero de coche en el viaje cotidiano a la Ciudad Deportiva. Sueña con disputar el 'play off' de ascenso para contárselo a sus futuros hijos, a sus nietos, cómo se vivía el fútbol en Carranza. Al fin ha recuperado esa sonrisa extraviada hace poco más de tres años. Por eso Ortuño juega en el Cádiz CF. Y por eso está dispuesto a quedarse.

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