CÁDIZ CF

Cádiz CF-Oviedo (1-1): Un segundo de hielo

Un tanto en el último suspiro congela al Cádiz en una tarde tórrida, de levante, donde los amarillos merecen más por compromiso que por acierto

José María Aguilera

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Decepción en los futbolistas del Cádiz CF tras encajar el gol del empate ante el Oviedo.

Un palo. Duro. Como ocurre en el fútbol, más por la forma en que se recibía el golpe que por el resultado final. En el último suspiro una serie de errores neutralizaba el sufrido gol de Álex Fernández; batían y abatían a un Cádiz CF que hacía un poco más que el Oviedo para merecer los puntos y se frenaba justo en la meta. 'Stop'. Un tanto en propia meta rompía la calculadora amarilla, que tenía apretados sus dígitos favoritos: el 1 y el 3.

Un tropezón que no empaña el aceptable partido de los locales, cuyo compromiso es irrebatible y eso le asegurará, salvo cataclismo, una nueva temporada en el fútbol profesional. ¿Algo más? Pronto para aventurarse pues el puzle aún no está completo y el mercado tardío ha dejado un Frankestein al míster que deberá componer en las próximas fechas con los aterrizajes de las piezas deseadas.

Ese mismo tiempo que marca el camino servirá para olvidar este tropiezo, que propicia un doloroso hematoma pero no una herida irremediable. Queda apretar los dientes y tragar saliva para mantener el orgullo y hacer más daño arriba, donde radica el problema a atajar. Hasta el momento, mejor aplaudir a un grupo que competía y en muchas ocasiones superaba a un contrario más rodado. Y, posiblemente, superior.

Una rivalidad eterna 

Cádiz y Oviedo, Pili y Mili, otra vez a la gresca. Condenados a la lucha eterna por historia, objetivos, ambición, en una pelea fraternal. Aún así, este año les separa un abismo en la planificación. Anquela cuenta con sus hombres desde el principio y Cervera aún no conoce a su delantero Lekic. Eso, marca, al menos de inicio.

Como el estado del césped, con tepes recién replantados y gran cantidad de arena para lograr un agarre imposible. O el levante , incordio y protagonista del choque, con su silbido y su calor (hasta el árbitro paró el espectáculo para que los futbolistas se hidratasen). Circunstancias que condicionaban un duelo en el que el cuadro de Cervera ingresaba con mal pie, falto de tensión y sorprendido por las acometidas carbayonas. Ambas escuadran repetían sus alineaciones salvo la obligada entrada de Servando por el sancionado Kecojevic.

Esa pujanza asturiana se alargaba un cuarto de hora, hasta que Álex agarraba el timón , Salvi hacía correr a propios y ajenos y Aketxe asustaba con sus latigazos. Barco se pegaba con los defensas a falta de gol. Sin desarrollo en el juego, dos chispazos encendían la grada, con el disparo del 'rubio' y un córner del vasco que se envenenaba hasta que moría en el arquero.

El Cádiz CF lucía sus virtudes y carencias, requeteconocidas por aquellos que siguen sus pasos en la época cerveriana. Orden repuesto después de un irregular arranque, aspavientos por banda, estrategia y poca llegada a la meta adversaria. En este curso se advierte un mayor control de la bola, apoyado en el temple de Álex y José Mari, con el apoyo de Aketxe. Pero ha reducido revoluciones en banda, sin Alvarito y con Salvi a medias. Es el Cádiz CF del momento, una incógnita en el futuro con las apariciones de Lekic, Jairo o Edu Ramos.

Se desvanecía con mínimas noticias la primera mitad, aburrida y encorsetada. Anquela, perro viejo, entregaba la bola y el mando a los amarillos, consciente de que ahí surgen dificultades; pero su homólogo cerraba espacios y evitaba los amagos de contra. Fútbol moderno, fútbol de pizarra.

Cádiz CF-Oviedo: Segunda mitad

Sin cambios en el regreso, con una marcha más de los locales, arrancaba la segunda mitad. Boateng, que ocupaba toda la zona ancha, asustaba y Joselu era llamado a filas por los azulones. No quedaba más remedio que sacrificar a Barco, extenuado de tanta lucha sucia, e introducir a su gemelo Carrillo.

En un choque tedioso, indefinido, que ni iba ni venía, Aketxe advertía con una falta que rozaba el larguero. Joselu dispara al cuerpo de Cifuentes en un contragolpe y amenazaba con romper el partido. Cervera tiraba de las pocas balas que le quedaban en el banquillo, la de Agra, sustituto de un Salvi aún en pretemporada.

El míster podía haber tomado el camino fácil. Retirar a Manu Vallejo , el canterano, el pequeño, que además no estaba luciendo como en sus mejores tardes. Pero con sus gafas sólo se fija en el rendimiento, y le mantenía sobre el campo. Un minuto después, el chiclanero peleaba un balón perdido y lo convertía en oro al provocar el penalti absurdo y claro de Carlos Hernández. Álex recogía el cuero y engañaba a Alfonso para adelantar a los cadistas .

Carranza estallaba. El aficionado amarillo que se asoma por la plaza de Madrid cada dos semanas sabe que estos partidos son habituales. Tremendamente ajustados que se definen por detalles, máxime con la poca pólvora de sus chicos. Ese tanto suele marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.

Perea entraba minutos después para relevar al canterano, que se marchaba ovacionado, en un intento de controlar el arreón final de los azules. Reflexionando sobre los errores del primer día ante el Almería, esta vez los de Cervera apretaban arriba. Pero el destino golpearía de manera violenta a los locales en el último suspiro: una concatenación de rechaces terminaba en un despeje fallido del propio Álex que superaba a Cifuentes con su doblete involuntario . Un palo para un plantel que hincaba la rodilla en el suelo. Un segundo, sólo un segundo. Un segundo de hielo en una tarde tórrida que a Carranza le costará olvidar.

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