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Cádiz CF-Numancia (1-0): Garrido pone la cabeza

El titán vasco soporta la medular del Cádiz CF, ordena las ideas de un equipo desquiciado y tumba la muralla numantina con un remate inapelable

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Garrido celebra con Álvaro el gol del triunfo.
Garrido celebra con Álvaro el gol del triunfo.

Jon Ander Garrido. Esta victoria porta su nombre. Está labrado en un triunfo salpicado de fango después de navegar durante muchos minutos en plena marejada. El centrocampista vasco, denostado por técnicos, aficionados, rectores y periodistas, criticado por contagiarse la pasada campaña del mal común, soportaba como un titán todo el peso del Cádiz CF en el mediocampo y tumbaba como un ariete la muralla numantina.

Esa testa. Garrido pone la cabeza; para ordenar las ideas de una escuadra desconcertante, desconocida, desesperante. Y para rematar ese córner de Güiza, esa parábola eterna que parecía descansar en la cabellera del 5 para terminar su sueño en el fondo de las mallas.

Una máquina de recuperar balones frente a la poblada medular del adversario, un jerarca para distribuir siempre con criterio.

Sí, es Garrido. El mismo pero distinto. Con un poder insospechado rescataba a un equipo dispuesto a caer al vacío y le devolvía la alegría, la calma, el orden.

Y bien que podría haber entrado antes para evitar tamaño sufrimiento. La tila por un café bien cargado. El Cádiz CF aletargado de Reus salía espídico ante el Numancia, acumulando ataques anárquicos y acciones defensivas desordenadas, inestable en mediocampo e irreconocible para la filosofía Cervera. El míster tocaba la sala de ordenadores, sentaba al proletario Garrido para darle al menos media jornada libre, y enlazaba a Abdullah y Eddy Silvestre en una medular extraviada que no cargaba el programa de su entrenador.

Así que en diez minutos Salvi erraba una ocasión a puerta vacía desbaratando la enésima jugada sobresaliente de Ortuño y el Numancia acongojaba al personal con continuos ataques pésimamente defendidos por los locales. La puesta en escena desalentaba a quienes entienden que este Cádiz CF sólo se puede hacer fuerte desde el orden y la solidez. Virtudes, éstas, que brillaban por su ausencia.

Los destellos cadistas resultaban intermitentes, fraguados por individualidades, y los rojillos dominaban el escenario con intensidad sin balón y precisión con el esférico. Los numantinos tocaban en terreno de los amarillos, que perseguían sombras en sesión golfa futbolística. Tan sólo Aridane mantenía el tipo, dotaba de calma a un equipo desesperado y desesperante, y lo sostenía en el epicentro de los nervios, en el momento más delicado.

La tregua se asumía como el descanso necesario para reordenar ideas. El equilibrio debía partir desde el propio equipo, desde los mismos protagonistas. La única ayuda externa podía llegar de la mano de Jon Ander Garrido, que hacía horas extras con el fin de arreglar el desaguisados.

El de Barakaldo imprimía cierta tranquilidad en el arranque, pero pronto los sorianos le arrebataban la pelota al Cádiz CF y le hacían danzar detrás de ella. Cervera renunciaba a la figura del mediapunta después de la floja participación de Rubén Cruz y arriesgaba con Aitor por izquierda y Alvarito de acompañante de Ortuño.

La buena nuevas por la Tacita de plata es que el marcador permanecía incólume (no en el sentido estricto) y el Cádiz CF reducía el número de despropósitos hasta alcanzar una cierta regularidad. Peor o igual que el rival, pero sin otorgar esas facilidades.

Y aunque el dominio del cuero era propiedad exclusiva del Numancia, a los golpes los amarillos mantenían la pelea, y entre Salvi y Sankaré disponían de la mejor ocasión, salvada por el meta y un defensa bajo palos.

La variante táctica introducida por Cervera devolvía el ánimo a sus pupilos, más centrados en busca del triunfo, y lo tenían pero Álvaro emulaba a su gemelo sanluqueño y erraba en boca de gol tras parada de Munir a Ortuño. Arrasate contrarrestaba con Manu del Moral en punta, artillería pesada, y el Cádiz CF trocaba a Salvi por Güiza. Mientras iba engrandeciéndose la tremenda figura de un Garrido colosal.

Sankaré bajo palos salvaba el tanto numantino y Güiza se unía al carrusel de errores al rematar desviado el pase de la muerte de Alvarito. El jerezano mostraba una alarmante falta de forma en el disparo posterior a pase de Ortuño, como si soltara la patata caliente en un mano a mano con el meta.

Pero el 'Gitano' es torero, arte puro, capaz de hacer lo peor y al instante siguiente abrir el tarro de las esencias. El último córner del partido, en el tiempo de descuento, Güiza lo colocaba en el segundo palo para que Garrido rubricara un partido sublime con un testarazo tremendo al fondo de las mallas. El gol, ese detalle que lo cambia todo.

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