Atletismo | Mundial de Londres

La suave agonía del maratón

La española Paula González relata cómo preparó y terminó los 42,195 kilómetros

La española Paula González, durante el maratón en el Mundial de Londres EFE

J. C. Carabias

Un músico callejero entona el inevitable «Des-pa-si-to» con un acordeón en el túnel de acceso a la Torre de Londres, vía de entrada al imponente Puente que da nombre a la ciudad, solemne escenario de la prueba que simboliza el atletismo, el maratón . Despacio, como corderos camino del matadero, se dirigen las atletas de la selección española y el resto de las participantes. Pesos minimosca con energía de sobra para recorrer los 42,195 kilómetros en algo más de dos horas y media. Hacia ese punto se encamina Paula González , la cántabra que el 14 de junio de 2016 honró a su deporte y a sus compañeras con una renuncia. Rehusó participar en los Juegos Olímpicos de Río por una fractura de estrés en el sacro, pese a que los médicos le diagnosticaron que exprimiendo al máximo tal vez tendría una posibilidad. Cedió su sitio a Azucena Díaz. Paula lloró el pasado viernes cuando se le recordó ese episodio. El maratón del Mundial de Londres era su ocasión para resarcirse.

La pequeña maratoniana de uñas amarillas y rojas -como su bandera- llegó junto a Marta Esteban y Marisa Casanueva al punto de encuentro del maratón, un hotel próximo a la salida que en minutos fue colonizado por botellas de agua, barritas energéticas y cientos de personas en chándal.

El hotel ha cambiado su función social. De repente, es un campo de entrenamiento. Las atletas se cambian en los baños, estiran músculos junto a los sofás de la recepción y reciben pequeños masajes reconfortantes en la moqueta azul. De fondo, la narración de la prueba masculina en TV (que ganó el keniano Kirui, el quinto título consecutivo para su país ) con el sonoro vozarrón de los etíopes en modo lamento, ya que su representado no pudo disputar la victoria.

Cuerpos diminutos

Paula González tiene más cuerpo que muchas de sus competidoras, pese a que solo da 48,7 kilos en la báscula. Las representantes de Japón, China, Bahreín o Kenia recuerdan a las gimnastas, diminutas máquinas diseñadas para concursar y ganar. «No me he pesado desde hace un mes, pero vamos, perderé un kilo y medio esta tarde», cuenta la española antes de salir del hotel mientras aplaca los nervios agitando un botella con hidratos.

La fondista cántabra es asturiana de adopción por su pareja, el entrenador Germán Martínez , con el que se ha preparado para la ocasión en la pista de atletismo de la Morgal, a dos pasos del circuito-museo de Fernando Alonso en Asturias. «En esta carrera quiero desterrar los pensamientos negativos que suelo tener cuando corro sola. Siempre pienso cuándo me va a dar el bajón y así».

El maratón comienza y las chicas invaden el asfalto a orillas del Támesis. Las africanas son más y mejores y toman el mando , como es de rigor. Paula González se ha descolgado de su compañera Marta Esteban (la mejor española, en el puesto 21 al final con sus escasos 46 kilos después de la carrera) y se ha quedado sola pasado el kilómetro 30. Miedo al vacío. No esta vez.

«No me han invadido los malos pensamientos esta vez -relata en la meta, aterida de frío, el ánimo firme, el cuerpo maltrecho-. estoy muy contenta porque he disfrutado. No es el resultado que quería (puesto 46, con un registro de 2:42:47), pero me han encantado las sensaciones».

Chelimo, la ganadora , una keniata importada por Bahréin, y la mayoría de las gladiadoras regresan al cálido hotel envueltas en toallas. Ahogadas, mareadas, exhaustas y en los huesos, pero con el objetivo logrado. Acabar.

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