Tenía que ser él. Nikola Karabatic . Ídolo, héroe, santo y seña de una selección que lo ha ganado todo y que atraviesa, como todas, una época de transición. Se operó el pie en octubre y su recuperación se estimaba de cuatro a seis meses, pero Francia requería de sus servicios en el Mundial de Alemania y Dinamarca , dentro de la pista y, sobre todo, fuera, para alentar a un grupo algo desnortado que no ha encontrado en Didier Dinart ni en los relevos de la vieja guardia garantías para perpetuar la hegemonía.
Acudió a Alemania, sacudió el vestuario y la selección gala se plantó en semifinales. No pudo con Dinamarca y contra la otra anfitriona se tuvo que ganar un puesto en el podio mundial, para no bajarse desde Croacia 2009. Encadenaban oro, oro, bronce, oro y oro. Y Karabatic defendió en la pista el poderío francés.
En el último segundo, tras un robo de balón, Michael Guigou se presentó con dos opciones: lanzar él o pasarle a uno de los tres compañeros que lo acompañaron en el contragolpe. Y lo eligió a él. Al ídolo y leyenda de esta selección que disparó con el aliento de toda Francia. Bronce para los galos. Mayor gloria para Karabatic.
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