Masters de Augusta

La historia de la chaqueta que extravió McIlroy

Al norirlandés, favorito este año, se le atraganta Augusta desde 2011, cuando iba líder y se desfondó en la recta final

El golfista norilandés Rory McIlroy AFP

Miguel Á. Barbero

El Masters de Augusta es un torneo especial, tanto por su entorno como por su desarrollo. El vergel de Georgia se presenta siempre en unas condiciones envidiables, pero la caprichosa primavera sureña hace que el clima cambie de la manera más insospechada, tanto de una edición a otra como dentro de la misma semana. Es de lo más habitual ver a los jugadores con gorros de lana en los entrenamientos y luego sudando a chorros el fin de semana, pues el sol y la humedad hacen estragos cuando cambian las condiciones. Por eso se hace tan difícil pronosticar quién va a ganar el torneo.

Si nos ceñimos exclusivamente al estado de forma, no cabe duda de que Rory McIlroy es el principal candidato para vestirse la chaqueta verde . En 2019 todavía no se ha apeado de un puesto entre los diez primeros (con victoria en The Players y subcampeonato en México incluidos) y, hablando exclusivamente de los torneos por golpes, siempre ha terminado entre los seis de arriba. Esta matización es importante, ya que hace una semana perdió en un duelo épico ante Tiger Woods en el Mundial «Match-Play» , pero al jugarse por hoyos hace que el planteamiento del torneo sea diferente a uno con las cuatro rondas convencionales.

Incluso en la derrota ante el Tigre (que también llega bien colocado al National, esta vez sin la presión de antaño y más fuerte que nunca), el europeo se mostró siempre altivo y con un nivel de juego espectacular. Lo sucedido en Austin fue un tropiezo, pero lejos de afectarle en su moral, puede servirle incluso para centrar su atención más aún en lo que le espera a partir de hoy en el primer grande del año.

Una deuda pendiente

La calidad de Rory es indudable, y en su palmarés se incluyen el número uno del mundo y cuatro majors ( un «British», un Open USA y dos PGA Championships ). Sin embargo, el Masters todavía se le resiste y eso que es el que se adapta mejor a sus cualidades. En 2011 fue el jugador más joven en firmar 65 golpes en la primera ronda y, tres días después, marchaba de líder a falta de los últimos nueve hoyos del domingo; sin embargo, en el hoyo 10 mandó la bola a unas casas a la izquierda y ahí empezó su penitencia y su deseo de reconquista en Augusta. El de Holywood sabe que el campo le debe una, le está pegando más fuerte y más recto que nunca y, con el putter afinado por fin, solo es cuestión de tiempo que se la cobre.

Desde entonces McIlroy tiene entre ceja y cena completar su «Grand Slam» particular y llega a este mes de abril pleno de moral y juego. Prueba de ello es que es el único jugador de todos los participantes que ha quedado siempre en el top-10 en los últimos cinco años. Esa finura en su juego no ha pasado desapercibida para las casas de apuestas, que le colocan como claro favorito para la edición que ahora comienza sobre Dustin Johnson, Justin Rose y el propio Woods . Los dos primeros están enfrascados en la lucha por el cetro del golf mundial (el inglés acaba de arrebatarle al norteamericano el número 1), mientras que Tiger siempre es una opción en Augusta. Especialmente cuando no llega como favorito.

Los españoles, con opciones

La Armada llega este año al Masters sin hacer mucho ruido , pero con la confianza de poder hacer algo sonado. Aunque Jon Rahm parece haber perdido algo de fuelle en las últimas semanas, tiene entre ceja y ceja este torneo y lleva días por aquí preparándose a fondo para conseguirlo. El año pasado acabó cuarto después de tener opciones el domingo y no sorprendería verle de nuevo por ahí arriba. Sí que sería más llamativo que Rafa Cabrera terminase entre los primeros, dado que no termina de acoplarse a los greens de este campo; no obstante, su momento es bueno y, con la tarjeta para 2020 ya garantizada, ahora tiene toda la temporada para disfrutar de nuevos objetivos.

Por lo que se refiere a los dos campeones, sus aspiraciones son muy diferentes. José Mari Olazábal obtendría un sobresaliente si consigue superar el corte (el campo ya se le hace muy largo a sus 53 años) mientras que Sergio García es toda una incógnita. Esta campaña está mostrando sus dos caras (juego sublime en Dubái y Austin y enfados y pérdidas de concentración en Arabia y en el mismo «Match-Play») y todo dependerá de su estado de ánimo en cada jornada. El juego lo tiene, pero debe mantener la cabeza fría durante toda la semana para repetir su hazaña de 2017.

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