Necrológica

Domingo Pérez, sabio narrador a la sombra de las estrellas

Periodista de ABC durante tres décadas, escribía con un tono humano, distendido. Vivió el esplendor de Nadal y de los Gasol

Tomás González-Martín

Decía con su humor inagotable que las únicas películas buenas eran las de vaqueros. «Si no hay tiros, eso no es cine», espetaba a los críticos que inventaban literatura sobre los actores. Socarrón, el no quería ser un actor mediático del periodismo, sino un hombre feliz. Era el periodista antídoto de las estrellitas. Él, que sustituyó a Manuel Adrio, la institución del tenis en ABC, vivió con sus crónicas mundanas, humanas, diferentes, el nacimiento estelar de Nadal. Él, que escribió el esplendor de los Gasol y del baloncesto español, con el título mundial de 2006 en Japón, contaba con una gracia desternillante cómo al regresar a Madrid la portera de su casa, que siempre le gritaba por pisar su suelo recién fregado, le dio tres besos y le pidió que le explicara «las diferencias entre una defensa en zona y la zona de tres segundos», media hora antes de que su carnicero del mercado de toda la vida le hiciera un disertación médica sobre el quinto «metamarciano» que Pau Gasol se había roto . Él, que se estrenó en los Juegos Olímpicos con Barcelona 92, relató crónicas hilarantes en Sidney 2000, como aquella en la que un periodista africano, debutante en esas lides, se cortaba las gigantescas uñas de sus enormes pies a su lado, en el centro de prensa, y vio cómo un trozo negriazul de una uña caía sobre su ordenador mientras «Nano », que así le llamábamos, meditaba el título de una crónica sobre una medalla española. Y el título fue «uña y carne». Medalla de oro.

«Una historia ha quedado inolvidable en nuestra mente. Hace una década, su visita al médico que trataba su problema de corazón definió perfectamente cómo era. «No puedes seguir así, debes dejar de fumar y no puedes tomar ni una gota de alcohol», le dijo el doctor. «Vale, dejo de fumar ahora mismo», le contestó Nano. Domingo no había fumado en su vida

Nano se formó en el Liceo Francés y allí descubrió el rugby, el otro amor de su vida. Ayer, decenas de hombretones de 130 kilos acudieron a rendir honor a su colega de tantos años de melés y golpes de castigo.

Tras ganar el Mundial de baloncesto en 2006, el clamor en España era tal que el carnicero de toda la vida donde Domingo compraba su carne le hizo una disertación médica sobre el quinto «metamarciano» que Pau Gasol se había roto en Japón. El artículo fue publicado de nuevo en varios sitios

Domingo fue una de las miles de víctimas que la crisis de la prensa se llevó hace unos años. Dejó ABC en 2011, cuando ya trabajaba en las secciones de Nacional y Sociedad. Desde ese momento se centró en el balón ovalado. Creó un equipo de rugby en Soto del Real, se hizo entrenador y árbitro. Trabajó con su deporte en el CEU y en otros sitios. Era, sobre todo, un hombre feliz. Su manera de cantar en la Redacción, cuando le picábamos, provocaba nuestras risas. No tenía ningún sentido musical. Hacía gala de ello, como del engaño del cine sin indios ni tiros. Era un sabio que, como todos los inteligentes, se reía hasta de sí mismo.

Su sentido era el del humor. Una historia ha quedado inolvidable en nuestra mente. Hace una década, su visita al médico que trataba su problema de corazón definió perfectamente cómo era. «No puedes seguir así, debes dejar de fumar y no puedes tomar ni una gota de alcohol», le dijo el doctor. «Vale, dejo de fumar ahora mismo», le contestó Nano. Domingo no había fumado en su vida.

Pero se tomó en serio las advertencias. Jugador de rugby, de 115 kilos, se quitó más de veinte. Estaba delgado. El corazón le ganó por un «drop». Ahora sigue siendo feliz, al lado de Dios, al que le ha entregado un balón ovalado, ese utensilio con el que Mandela, como él, hizo patria.

TOMÁS GONZÁLEZ-MARTÍN

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