Juegos Olímpicos

Controles antidopaje chapuza en los Juegos Olímpicos de Río

La AMA desvela que 8.066 deportistas no pasaron ningún control y que el 50% se debieron anular porque los atletas no estaban

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Cada vez más la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) se queda sola en su función de policía del deporte, testigo único y casi exclusivo de las miserias subterráneas. Es el último ejemplo. Dijo el Comité Olímpico Internacional (COI) que los de Río «fueron unos Juegos Olímpicos exitosos con un programa antidopaje también exitoso». Poco ha tardado la AMA en sacar a la luz las goteras de un sistema antidopaje que incluía agentes que no sabían inglés, llegaban tarde a la toma de muestras o atletas que no estaban en la localización indicada. Un pequeño desastre que la Agencia Mundial ha retratado en varios puntos. Sola. Una vez más.

Una comisión de observadores independientes ha emitido un informe de 65 páginas en el que las conclusiones no podrían ser calificadas nunca como un éxito.

El documento explica que 8.066 deportistas no pasaron ningún control antidopaje. Una cifra enorme respecto a los que sí se sometieron al análisis de la trampa, 3.237. Es decir, en los Juegos de Río solo fue escrutada la orina o la sangre del 28 por ciento de los atletas.

Tal vez una razón para entender esa disfunción sea que el 50 por ciento de los controles dirigidos (los que buscan específicamente a un deportista sospechoso) debieron abortarse, ya que los atletas no estaban en el lugar donde habían indicado en el sistema de localización ADAMS.

Interesante por chapucero también es el siguiente dato: 100 muestras analizadas en el laboratorio brasileño durante el desarrollo de los Juegos no pudieron ser adjudicadas a ningún deportista. por diversos errores de procedimiento.

El informe de la Agencia Mundial es demoledor. No hubo controles fuera de competición en el fútbol y escasos análisis de orina en los que se buscara EPO en algunos deportes de riesgo como natación, ciclismo y atletismo.

El documento de los observadores independientes hace especial hincapié en la labor de los agentes de control en Río. Era personal con muy poca preparación, muchos no conocían cuál era su función, no hablaban inglés, llegaban tarde a las misiones, o incluso no aparecían.

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