Boxeo

Canelo Álvarez, un campeón para el orgullo de México

Gana a los puntos al invicto Golovkin y logra la supremacía mundial del peso medio

Canelo Álvarez se llevó los títulos mundiales WBC y WBA EFE
Álvaro G. Colmenero

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Todas las miradas estaban fijadas en los guantes de dos deportistas en la madrugada del domingo en el T-Mobile Arena de Las Vegas, epicentro mundial de los combates. El boxeo estaba ante la oportunidad de derribar el muro que todavía yace en el imaginario de Donald Trump. Ya son un puñado de décadas en las que los púgiles estadounidenses, por calidad o por tradición, han dominado el noble arte y en las que los atletas mexicanos eran, excepciones aparte, los eternos figurantes. Hasta la consagración del azteca Saúl Álvarez, el «Canelo» , que tras la retirada de Floyd Mayweather, logró imponerse al boxeador más temido, el kazajo, e invicto hasta el momento, Gennady Golovkin, al que venció por decisión mayoritaria y polémica (114-114, 115-113 y 115-113), arrebatándole los cinturones mundiales WBC y WBA e imponiendo así su supremacía en los pesos medianos.

Esta histórica victoria llega cargada de un enorme simbolismo. Tras la retirada de Mayweather, y el empate que firmaron Canelo y Golovkin en 2017, los pesos medianos estaban exentos de una cabeza visible que cargase con los galones de representar al mejor púgil en esta categoría, una referencia necesaria para los amantes del noble arte. Hasta ahora, que se ha erigido en monarca Canelo -llamado así por su rojizo color del pelo-, un boxeador mexicano de 28 años con una constitución forjada a base de trabajo entre las dieciséis cuerdas , que con un récord de 50 victorias y solo una derrota en contra (frente a Mayweather), ha derribado la puerta del Olimpo.

El ambiente fue inmejorable, con un estadio abarrotado de mexicanos ansiosos de aupar a un joven y talentoso púgil que buscaba abrocharse unos cinturones que sus compatriotas asimilaron como suyos. Ante él, estaba Golovkin, una leyenda europea que prometía aguar la fiesta tricolor . No fue así. Las connotaciones de este triunfo atraviesan la frontera de lo deportivo. Es una cuestión de orgullo. En una batalla que quedará para la historia, Canelo, que fue ligeramente superior en rapidez y potencia -al menos a ojos de los jueces, que son los que mandan-, fue consciente de que cada golpe percutido acercaba a su país a la supremacía en un deporte extranjero que siempre han considerado nacional.

Lo cierto es que la épica pelea, en la que hubo intercambios de todos los modelos, finalizó con un cruce de metralla que derivó en un largo abrazo: la esencia del boxeo. El resultado fue una pelea técnicamente brillante en la que el de Tijuana exhibió más dinamita en sus guantes pese a que reinó la igualdad . Ambos guerreros finalizarón con el rostro inflamado, pero con el sentimiento de haber honrado a este deporte. Hay un nuevo rey. Y habla español. El boxeo es de color canelo .

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