Barcelona 92, el gran salto paralímpico

Hace 25 años, la Ciudad Condal despedía los mejores Juegos Paralímpicos de nuestro deporte

FOTOS: JORDI ROMEU
Eduardo de Rivas

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Tras el éxito de los Juegos Olímpicos, Barcelona se volvió a engalanar durante 12 días para vivir una nueva experiencia única en nuestro deporte. España acogía por primera vez unos Juegos Paralímpicos y, a base de humildad y esfuerzo, se consideran todavía, 25 años después, los mejor organizados de la historia, en competencia con los de Londres 2012, celebrados en un país con una enorme cultura deportiva en este ámbito.

Barcelona fue un éxito no solo en la organización. Los Juegos del 92 son los mejores hasta la fecha para el deporte español , que subió al podio en 107 ocasiones. Más de un centenar de medallas que llenaron de alegría unas gradas que se esperaban vacías dada la poca relevancia del deporte paralímpico en nuestras fronteras, pero que registraron un buen aforo durante toda la competición. Fue la muestra de que se podía cambiar el concepto de que con la clausura de los Olímpicos terminaban los Juegos.

La Ciudad Condal acogió los IX Juegos Paralímpicos y marcó un punto de inflexión dentro del movimiento paralímpico gracias, en gran medida, al Comité Organizador. Por primera vez en la historia se concibieron unos Juegos pensando en las dos competiciones que se iban a celebrar y fue un solo equipo el que trabajó durante años para que todo saliese bien. La división paralímpica del COOB92 dispuso de un presupuesto de 9.000 millones de pesetas, al que contribuyó la Fundación ONCE con casi la mitad del dinero.

España encontró un tipo de deporte diferente, lleno de ilusión, en el que destacaba la cercanía de los atletas y la falta de presión. Las cámaras habían desaparecido y solo quedaban los deportistas y el calor de un público que respondió positivamente y de forma inesperada, superando con creces las expectativas. Según datos del Comité Paralímpico Español, 2,3 millones de personas presenciaron alguna competición de los Juegos y 65.000 vieron a Antonio Rebollo encencer el pebetero en la ceremonia de inauguración en Montjuic, de la misma forma que lo había hecho semanas antes con los Olímpicos. Mismos escenarios, misma simbología para un evento igual de importante pero con distintos protagonistas.

La Reina Sofía presidió la puesta en marcha de los Juegos aquel 3 de septiembre, también con Josep Carreras y Montserrat Caballé. El científico con ELA Stephen Kawking se encargó de hacer ver al mundo la gran «oportunidad» que suponían los Juegos para las personas con discapacidad y el alcalde de la ciudad, Pasqual Maragall, dedicó unas palabras a la integración: «Todos somos minusválidos de alguna manera». Quedaban por delante 12 días en los que se iba a ver, en palabras del presidente de la Fundación ONCE José María Arroyo, «un deporte sin barreras ni límites» en el que España acudía con una enorme delegación de 300 personas, abanderada por Javier Salmerón, atleta con parálisis cerebral.

Éxito sin precedentes

Tras la fiesta empezó la competición de verdad, en la que España marcó una actuación difícilmente repetible en Juegos posteriores. La entrada en escena de cada vez más países y la profesionalización del deporte con dispacidad elevan la dificultad de alcanzar el éxito, aunque también lo hace más satisfactorio. Los pronósticos más optimistas hablaban de 70-75 medallas , ya que cuatro años antes en Seúl el número de metales había sido de 43 (18 oros, 13 platas y 12 bronces) pero las quinielas se quedaron muy cortas y el éxito español superó con creces las expectavias: 34 oros, 31 platas y 42 bronces que sumaban 107 medallas . Nunca una delegación española consiguió superarlo, si bien es cierto que tanto en Atlanta 96 como en Sídney 2000 se quedaron a un metal de alcanzar la cifra y se obtuvieron más oros y una mejor posición en el medallero.

El atletismo y la natación llevaron el peso del éxito , con 48 (22 de oro) y 43 metales (7), respectivamente. 48 preseas corrieron a cargo de los deportistas con discapacidad visual, 47 de los discapacitados físicos y 12 de los deportistas con parálisis cerebral. España sumó en nueve de los quince deportes y quedó quinta en un medallero en el que se impuso Estados Unidos, con 175.

De entre todos hubo dos nombres que destacaron por encima del resto. Purificación Santamarca , deficiente visual de la clase T11 desde que tenía ocho años, conquistó cuatro oros en el tartán de Montjuic (100 metros, 200, 400 y 800). También en atletismo brilló con cuatro oros Javier Conde . Discapacitado físico de la clase TS4, subió a lo alto del podio en 800 metros, 1.500, 5.000 y 10.000 en los que eran sus primeros Juegos Paralímpicos.

Barcelona también vio emerger a Xavi Torres , aunque el balear lo hacía en la piscina Bernat Picornell. En el agua conquistó cinco medallas de las 16 que tiene en su palmarés (un oro en el relevo 4x50 libre, dos platas en 150 estilos y en el relevo 4x50 estilos y dos bronces en los 50 mariposa y los 100 braza).

Todos estos éxitos casi quedaron a un lado por la gran demostración de la nadadora con discapacidad visual estadounidense Trischa Zorn , que ganó 12 medallas (10 oros y 2 platas), mientras que su compatriota John Morgan se hacía con diez metales (ocho doradas) en la piscina y Bart Dodson conquistaba ocho oros en el Estadio de Montjuic.

Fue ese también el escenario del cierre hace ya 25 años. El protagonismo se lo llevó la música y un truco de magia de Petra, la mascota que acompañó a Cobi en los Juegos. Los fuegos artificiales pondrían después el cierre perfecto a un mes y medio de deporte en el que todas las miradas se habían dirigido a Barcelona y a España. Era el fin de un gran trabajo que pondría el listón muy alto a las futuras sedes.

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