Aficionados españoles, contestando con gracejo a los franceses
Aficionados españoles, contestando con gracejo a los franceses - archivo
Polideportivo

La envidia y el complejo francés hacia el deporte español

Las malas artes del público de Lille contra la España campeona del Eurobasket, un ejemplo más de los celos deportivos galos

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Los pitos de la grada de Lille a Pau Gasol cuando el de Sant Boi recibía el MVP del Eurobasket y a nuestro himno, tras recibir la medalla de oro, o la invisibilidad en la prensa francesa del lunes de la enésima gesta de nuestra selección española de baloncesto no es más que otra triste muestra del elevado complejo que tiene Francia cuando enfrente tiene a un deportista o equipo de nuestro país.

La edad de Oro del deporte español ha llenado de gloria, eternidad y trofeos a este país durante los quince años que llevamos de siglo XXI, y muchos de estos logros han sido precisamente contra Francia, y en su propio país, algo que escuece como pocas cosas a los ciudadanos galos.

Miguel Indurain, con sus cinco Tour (1991, 1992, 1993, 1994 y 1995), más los tres Roland Garros de Arantxa Sánchez Vicario (1989, 1994 y 1998), unidos a los dos de Sergi Bruguera (1993 y 1994), y al de Carlos Moyá (1998), pusieron la semilla en la década de los noventa. Y ha sido ya en esta centuria cuando la envidia insana de Francia hacia el deporte español ha explotado en su máxima esencia, y en la mayoría de las ocasiones, ha desembocado en intolerables actos de mala educación y de falta de respeto y de deportividad, como el sucedido el domingo por la noche en la final del Eurobasket.

Pero sin duda, los grandes genios de nuestro deporte que más han sufrido la antipatía de la afición gala han sido Rafa Nadal y Alberto Contador, cuyas hazañas en Roland Garros y el Tour de Francia han hastiado a un país que no soporta vivir en sus carnes como su (pobre) vecino del sur presume de bandera española por los Campos Eliseos, con la Torre Eiffel como privilegiado marco, hasta no cansarse nunca.

Pitos y acusación de tramposos

Hasta nueve Abiertos de Francia (2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013 y 2014) ha acumulado Nadal en lo que llevamos de siglo. Es, de lejos, el tenista con más Roland Garros en su era moderna. Björn Borg, con seis, es el que más se le acerca. Y, claro, eso de ver a uu español mordiendo la «Copa de los Mosqueteros» en la Philippe Chatrie un junio sí y otro también acabó por exasperar al público galo, que en más de una ocasión, como por ejemplo en la eliminación de Nadal frente a Soderling en 2009, mostró su contrariedad contra el tenista balear y su efusividad por su inesperada derrota: «Estoy acostumbrado a oír el nombre de los rivales con los que juego, y me los tengo bien aprendidos cuando acabo. Es una pena que este público no haya tenido nunca un detalle conmigo. Ojalá un año lo tengan», dijo el balear entonces. Por no hablar de las malintencionadas insinuaciones de dopaje que han vertido en todos estos años sobre Rafa distintos medios galos, mofa incluida de los famosos «Guiñoles» de Canal+ Francia.

Algo parecido a lo de Nadal ha sucedido con el ciclismo español en estos últimos años. Los dos Tour de Alberto Contador (2007 y 2009) más el de Óscar Pereiro (2006) y Carlos Sastre (2008) hicieron recordar a los franceses la «dictadura» de 'Miguelón' a finales del pasado siglo y aquello degeneró en constantes ataques de dopaje contra los ciclistas de nuestros país y en una lamentable pitada contra el propio ciclista de Pinto en la presentación del Tour 2011.

Pero por mucho que los hinchas y los medios de comunicación franceses acusen y difamen, la única realidad es la que explicó Pau hace unos años: «Los españoles ganamos por talento, esfuerzo y humildad». En Lille lo acaban de ver con sus propios ojos.

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