Triunfan las extrañas formas de Juan Leal en Logroño

Corta una oreja con fuerte petición de otra en una bonancible corrida del Parralejo

Juan Leal, en el inicio de faena al quinto BMF / André Viard

Ángel G. Abad

Ahí queda la tarde del francés Juan Leal , para el que la quiera y pueda definirla. A mí me es difícil explicar un toreo presidido fundamentalmente por unas formas extrañas. Echando la vista atrás, se me vienen las imágenes en blanco y negro de aquella «Oportunidad» de los sesenta en la vieja plaza madrileña de Vista Alegre. Como aquellos maletillas ayunos de oficio que salían a por todas y estaban más por el suelo que de pie con un barullo de capotes y muletas constante. Así anduvo Leal con su primero. Rodilla en tierra lo recibió con un pase cambiado por la espalda para seguir genuflexo, y ya de pie emprender una faena liosa. Los cites perfileros, el compás abierto, muy abierto, retorcida la figura y ganas imperiosas de triunfo. Calaron sus formas tremendistas, extrañas formas hasta para el tremendismo, en los espectadores de La Ribera, que se lamentaron de que la espada no entrara, y aún así, el chaval se dio una vuelta al ruedo.

Con el quinto, el mejor toro de la bonancible corridita del Parralejo , todo fue igual, excepto que en esta ocasión no se echó al suelo. Volvió a llegar el barullo, ora por delante, ora por detrás. La gente loca, y un estoconazo. Esta vez el presidente se puso digno. «Me ha tocado a mí que este señor se ponga serio», debió decirse el francés. Con la feria de regalos que ha llevado el palco, la fuerte petición se quedó en un trofeo.

Uno también se llevó Luis David Adame del tercero, al que toreó aceleradillo y mató de una estocada al encuentro. Mientras que El Cid hubo de conformarse con una vuelta al ruedo cariñosa tras empañar con la espada dos faenas en las que toreó con despaciosidad, especialmente al cuarto. Largos y con empaque fueron los naturales con los que abrió faena. Hasta tres series le sopló con la izquierda antes de coger la derecha, para acabar enrabietándose, desplante incluido. Como tantas veces la espada fue su cruz, aunque dejó aires de buen toreo. Quién sabe si sus jóvenes compañeros de cartel tomaron nota, que es bueno mirarse al espejo de los mayores para echar el freno a tanta explosividad y velocidad.

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