Feria de Hogueras

Talavante y Roca Rey, dos toreros al margen de la ley

El peruano, arrollador, sale a hombros, y el extremeño, profundo, corta una oreja

Roca Rey, en gesto victorioso Efe

Rosario Pérez

«De esto era de lo que tenía ganas la gente», gritó una espectadora cuando Roca Rey se plantó de rodillas para recibir al tercero con una larga cambiada, hilvanada a unas verónicas y unas chicuelinas de clamor. Ardía la tierra de las Hogueras. Por si eso fuera poco, las tapatías al paso para colocarlo en el caballo le salieron perfectas. La plaza echaba humo, pero Roca quería una explosión total y deslumbró con unas altaneras y la caleserina. Tan extasiados estaban los tendidos que otra señora espetó: «Como mates bien, te damos el rabo y hasta la plaza». Se le olvidaba que aún faltaba la faena de muleta, iniciada con un dúo de pases cambiados a un animal que llevaba ya dos decenas de lances en lo alto. Con listeza, el limeño lo oxigenó entre serie y serie, intercalando ambos pitones, con mando y exigencia. Crecidísimo y arrollado r el Jaguar del Perú , con Alicante y el notable cuvillo rendidos ante él. Los circulares invertidos causaron sensación en la solanera, que más que partirse la camisa, se la quitaba para ondearla. Su aguante ante el parón del toro, las luquecinas y ese arrimón final pusieron a la sombra y el sol en pie. Soberbio el torero -ya era hora de que saliera uno, que escrito está- y soberbia la faena, coronada con un estoconazo hasta los gavilanes. La obra era de dos orejas de aquí a Lima, pero la presidencia -¡vaya tropa la de esta temporada!- hizo el mayor de los ridículos al concederle solo una. La bronca fue monumental.

El sexto no se libró del pañuelo verde. Salió un manejable sobrero de la divisa titular, algo insípido, al que Roca hizo todo a favor y empujó para trazarle una entregada faena. Aunque sin la entidad de la anterior, hubo petición y el palco concedió el trofeo que le abría la bien ganada y merecidísima puerta grande.

De madridista y oro

Aquel toreo al margen de la ley, con un valor prohibitivo, se encontró con otro fuera de lo común, de distinta interpretación. Alejandro Talavante era su autor. Sin suerte en el descastado segundo, con una embestida más rácana que un chiringuito alicantino a la hora de poner hielos, interpretó la tauromaquia más honda. Enfundado en un terno malva madridista y oro -el color que defendía Salva levantó un debate entre los compañeros en el paseíllo-, cuajó l os muletazos «Champions» de la tarde. Con dos faroles saludó a este «Novelero», en el que Trujillo se desmonteró en banderillas. Pidió calma en la lidia el matador, que brindó al público. Tres muletazos genuflexos, uno mirando al tendido, sirvieron de original aperitivo, acompañado de otros a pies juntos frente a un rival al que tuvo la inteligencia de apretar lo justo y necesario. Despaciosidad a derechas, en una ronda superior. Tras la arrucina y creaciones varias, se echó la mano a la izquierda. ¡Qué vuelos y qué gozada! A cámara lenta los naturales, para paladares exquisitos, con otro pectoral «manoletista». Un afarolado invitó a pasar al pitón derecho en su medida faena, cerrada con unas manoletinas. Ni el pinchazo previo a la estocada privó al extremeño de la oreja. Salvo excepciones, pocos muletazos tan profundamente al margen de la ley (común) se verán.

En el primer capítulo, había asombrado al personal el pelaje en «blanco y negro» del botinero primero. No se atisbaron sobradas fuerzas en el recibo capotero de Sebastián Castella , que ganó terreno en las bellísimas dobladas del inicio y se adornó con dos molinetes. Fue lo más destacado frente a un «Bombardito» que se movía sin clase y sin terminar de humillar. Hubo series muy jaleadas, pero el conjunto resultó mecánico y un punto acelerado. Descoordinado pareció el cuarto, con el que el francés quiso alegrar el cotarro de hinojos. Sacó luego más fondo del esperado en la dispuesta y desigual actuación, con una estupenda tanda de naturales. El toro cantó la gallina y se acobardó en tablas en el final del largometraje.

Con distinto guión (permítanme que tras el toreo sin ley hoy me salte la "norma" de la RAE y ponga la tilde), la tarde fue de Talavante y Roca, Roca y Talavante.

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