Vega, Fandiño y Huertas salen a hombros en Socuéllamos

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Triunfal tarde de toros la vivida hoy en la localidad ciudadrealeña de Socuéllamos, con los tres toreros actuantes, Salvador Vega, Iván Fandiño y Emilio Huertas, en la foto de la Puerta Grande tras repartirse ocho orejas.

Toros de Manuel Ángel Millares, bien presentados, a excepción de anovillado segundo, muy justos de fuerza y casta.

Salvador Vega, oreja y dos orejas.

Iván Fandiño, oreja y oreja tras aviso.

Emilio Huertas, oreja y dos orejas.

La plaza tuvo media entrada en los tendidos.

En una plaza de pueblo vimos a tres toreros que, cada uno con sus armas, dieron la cara intentando agradar al público asistente. Puede sonar a lógico, pero no siempre se ve. Por desgracia.

La faena de la tarde la protagonizó Emilio Huertas, quien recibió por verónicas a pies juntos y con el compás abierto a su primero.

Sensacional. Simplemente. Firme y muy torero.

Y esta actitud tuvo continuidad en una faena de muleta en la que el ciudarrealeño aguantó sin moverse y sin gestos de cara a la galería las tarascadas de su oponente, un toro bronco al que le faltó fuelle y clase, y que finiquitó de entera tendida.

Podrían haber sido dos orejas, pero el puntillero levantó al toro y los ánimos se enfriaron. Faena realmente meritoria y definitoria del momento de un torero.

En el que cerró plaza, en medio de la lluvia, nada pudo hacer, pues el de Millares apenas se movió.

Iván Fandiño no se quedó atrás a la hora de justificarse. Su primero, un novillote por presentación, tuvo casta, pero no fondo para perseguir la muleta hasta el final. Fandiño se acopló con mayor verdad por el pitón izquierdo, dando el medio pecho y tirando hasta el final de la embestida.

A su segundo lo recibió con garra a la verónica de rodillas, y continuó por chicuelinas muy jaleadas por el público, que se daba cuenta de que allí se estaba dando la cara.

La lástima fue que el de Millares no estuviera a la altura. El vasco insistió llevándolo a media altura sin exigirle, consiguiendo arrancar escasos viajes, poniendo la chispa que no tuvo el toro. Pinchó una vez antes de agarrar una muy buena estocada entera arriba que le abrió la puerta grande.

Salvador Vega anduvo a un ritmo más pausado. En su primero quiso sin poder, pues el burel apenas se tenía en pie, llegándose a echar antes de entrar a matar.

La faena a su segundo, un bonito toro de pelo burraco, tuvo el mérito de mantener en pie a un ejemplar que estaba cogido con alfileres. El temple y la sutileza a la hora de manejar la muleta fueron el mejor valor de la faena, premiada con generosidad por el palco tras media estocada desprendida.

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