Miguel Ángel Perera
Miguel Ángel Perera - SERRANO ARCE

Perera, la furia de un titán

Sale a hombros en Santander y vence en el duelo con El Juli, con un trofeo

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Hubo un tiempo en que el duelo era un juego de emocionante peligro, un enfrentamiento a cara de perro en el que las espadas y las balas cortaban hasta el aire. Ayer se anunciaba un combate en la cumbre, un duelo entre titanes: una figura de época con la figura triunfadora en 2014. El mismo mano a mano que colgó el «no hay billetes» en Beneficencia y que ayer llenó Cuatro Caminos: El Juli y Miguel Ángel Perera, frente a frente, con una corrida de Domingo Hernández que, sin ser el paradigma de la emoción ni la bravura, tuvo buena presencia y fue propicia para cortarle las orejas. Pero aquello no era el «OK Corral» ni sus intérpretes rodaron una peli memorable a lo Burt Lancaster y Kirk Douglas.

Aunque sí nació la admirable «furia» del titán Perera. Sus escenas encendieron al respetable, que tiró de amor propio y arrasó como una apisonadora. Tres orejas para Perera y una para El Juli fue el balance. Miguel Ángel se merendó la tarde y se ganó al personal, a cercanos y extraños. Aplaudían puestos en pie desde su mujer y sus suegros a Revilla, entusiasmado con el arrimón que el pacense se pegó en el cuarto. Antes había calentado las palmas mientras trenzaba unos pases cambiados en el mismísimo platillo sin inmutarse. Y de ahí al toreo largo y de mano baja, de poderío y temple. Hasta que «Miliciano» se fue apagando y se metió en terrenos que no eran ojedistas sino pereristas. ¡Tremendo! Qué manera de jugar para acá y para allá con el toro hasta despojarse de la ayuda y marcarse unas luquinas. Enterró la espada y los tendidos se colmaron de blanco. Dos orejas de unánime solicitud.

Ahí se encendió la corrida y se despertó la «furia» del otro titán, que ganó terreno en las lucidas verónicas de la bienvenida al quinto y alegró con las zapopinas del quite al pueblo. Prometieron los doblones señoriales de El Juli y las siguientes tandas diestras de templanza y mando. Pero luego la obra y la embestida se sucedieron entre irregularidades con un garcigrande con su casta. La efectiva estocada, sin ser perfecta, dio paso a la petición del doble premio, pero se quedó en uno.

Antes, con el que abrió plaza, dejó apuntes de su sapiencia. Este toro enseñó contadas fuerzas desde el capote, donde Julián dejó dos medias suaves, como la del broche en el quite por chicuelinas de compás semiabierto. Con técnica lo fue haciendo poco a poco a derechas y se entretuvo menos a izquierdas, con Eolo molestando más que en pasadas tardes. A la madre y el padre del viento mentó el madrileño cuando se disponía a torear al tercero, en el que quiso imponer su ley hasta meterse entre los pitones con el animal ya sosaína. Finalizó con personales manoletinas pero no anduvo fino con el acero, que le cerró la salida a hombros.

Perera había estrenado el marcador con el segundo, al que saludó con variedad: lances a pies juntos, tafalleras y ceñidas gaoneras. A por todas, echó las dos rodillas por tierra en un nudo de muletazos en los que aguantó una enormidad. Ya erguido rotó como un compás a derechas y voló con firmeza los naturales. A babor y estribor, por delante y por detrás, se hartó de torear al sexto -era su tercer brindis al público- hasta abrochar en sus dominadoras cercanías. La estocada le privó de al menos un galardón más, pero la puerta grande ya era del titán de Puebla del Prior.

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