Daniel Luque dibujó bonitos muletazos al sobrero de Pereda, negro salpicado
Daniel Luque dibujó bonitos muletazos al sobrero de Pereda, negro salpicado - paloma aguilar

Un desfile de mansos en San Isidro

Daniel Luque da la única vuelta al ruedo con un sobrero

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Acude el público a la Plaza impresionado, todavía, por los percances de Escudero y Galdós, por la hazaña de Espada. Están pasando muchas cosas, en esta Feria. Nadie olvida los nombres de Eugenio de Mora, Jiménez Fortes, López Simón... ¿Les servirá para torear más? No sé si el actual sistema lo permitirá. Antes, desde luego, sí les hubiera servido.

Los toros del Puerto de San Lorenzo, justos de fuerza y casta, tienen el denominador común de la mansedumbre, en distintos grados de dificultad. Sólo el sobrero último ha permitido una faena lucida de Luque.

Antonio Ferrera, triunfador en Sevilla, no tuvo suerte el pasado martes. Tampoco la tiene esta tarde. El primero flaquea, se mueve pero es soso y rajado.

Antonio está correcto técnicamente. El cuarto es un manso brusco, con peligro sordo. Aguanta una barbaridad en banderillas. El toro huye a chiqueros, espera detrás de la mata. El diestro, con valor sereno, arranca algún natural de mérito pero no se lo agradecen.

El segundo es otro «medio toro» (un género ahora tan frecuente), manejable. Abellán está firme, logra reposados naturales y mata con decisión. El quinto es un buey huido que no se presta al lucimiento. Lo intenta, dándole distancia, pero pronto desiste. Vuelve a matar con facilidad (lo mejor de su actuación).

Constante pelea

Debuta en la Feria Daniel Luque, que el pasado año logró, por fin, abrir la Puerta Grande madrileña. El tercero es un manso que huye a chiqueros pero embiste con suavidad. La faena es una constante pelea por sujetarlo, dejándole la muleta en la cara; aprovechando las huidas del toro, dibuja algún muletazo con garbo. A la hora de matar, encerrado en tablas, lo pasa mal. Al sexto, un sobrero de Pereda, lo recibe con aceptables verónicas, que toma a regañadientes, con la cara alta: así va a seguir, toda la faena. Dándole distancia, logra buenos muletazos hasta que el toro tropieza la muleta y su defecto se acentúa. Estocada con muerte espectacular: petición y vuelta. Sin trofeos, se ha justificado.

Con este desfile de mansos, no se debe extremar el rigor pero sí pedir la lidia clásica que estos toros tienen: moviendo el caballo, aligerando las suertes, utilizando las querencias... Pero esto ya –como en el bolero de maría Dolores Pradera– «no se estila». Por desgracia.

Postdata. Critican algunos la presencia de diestros que no son figuras pero también censuran la repetición de los mismos nombres. ¿En qué quedamos? Lo tradicional era combinar, en un cartel, a un veterano, un diestro en plenitud y un joven que viniera «arreando»: ahora, se diría que es un cartel «no rematado». No hay riesgo de que suceda: las figuras quieren torear entre ellos, en un coto cerrado, para garantizar mejor entrada y eludir enojosas competencias. Los carteles, ahora, se dividen netamente en dos categorías: de primera y de segunda. Eso no es bueno para la Fiesta. Deben torear en las Ferias, en los buenos carteles, los que se lo han ganado en el ruedo.

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