Crítica de teatro

La Zaranda, melancólica pesadilla

La veterana compañía estrena en el Teatro Central «El desguace de las musas», la metáfora de un teatro derruido

ABC

Eva Díaz Pérez

Vuelve La Zaranda con la belleza de lo sórdido, la poesía de la ruina, la melancolía grotesca. «El desguace de las musas» es la metáfora de un teatro habitado por fantasmas, de seres derruidos condenados a repetir la misma pesadilla. Igual que en otros montajes de la veterana compañía andaluza aparece una galería de personajes heridos , de viejos decrépitos, de fracasados que vagan como sonámbulos, de difuntos en tránsito y dementes perdidos en un delirio.

Con más de cuarenta años sobre el escenario La Zaranda sigue asombrando con su particularísima forma de entender el teatro. Es como si siempre hubieran estado haciendo el mismo espectáculo, aunque en realidad sorprenden con algo nuevo. Una inquietante y luminosa pesadilla repetida .

Sobre el escenario, restos de caricatos, divas en ruina, cantantes decrépitos, moribundos dueños de teatro, seres dañados por la vida, cuerpos derruidos con costurones donde antes había sueños, despojos con lentejuelas raídas y mal de trapos. «Somos un puñado de olvido», advierten en este teatro que es un moridero de la cultura .

En el antiguo Palacio de las Musas surgen de la penumbra como espectros Doris de Montparnasse y Gitanillo de Miami cantando pasodobles y cuplés. Artistas de varietés que parecen perdidos en un no-tiempo, repitiendo la misma escena, vagando entre cosas viejas, sin saber si son muertos que no saben que están muertos .

«El desguace de las musas» tiene el aire inconfundible de La Zaranda que hunde sus raíces en el esperpento de Valle-Inclán y el teatro del absurdo de Beckett . Son personajes que esperan pero no saben qué. Quizás la última función. Pero hay algo que huele a podrido bajo el escenario. O detrás de los telones. ¿Las ratas que son las únicas que habitan en este teatro vacío?

«El teatro de las musas» desvela el amplio abanico de recursos evocadores de La Zaranda, capaz de pasar del costumbrismo a la alegoría de un grotesco auto sacramental . La comedia siempre al borde de la tragedia. Sin fronteras.

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