Crítica teatral

Un prodigioso Rey Lear en el Teatro Central

La compañía sevillana Atalaya presenta un soberbio montaje de la tragedia de Shakespeare

Eva Díaz Pérez

La tragedia comienza con la portentosa sombra de un rey y termina con la de un bufón grotesco lanzando profecías al futuro. Este «Rey Lear» de Atalaya vuelve a confirmar el trabajo de excelencia que la compañía sevillana muestra en este momento dulce de su historia: soberbio trabajo interpretativo, uso poético del espacio y una cuidada dramaturgia textual definen el trabajo de esta compañía que acaba de cumplir treinta y cinco años de oficio y diez del merecido Premio Nacional de Teatro.

Ricardo Iniesta dirige un «Rey Lear» que subraya la potencia universal de esta historia de poder, vejez, locura y crueldad . Y los actores de Atalaya vuelven a demostrar la altísima calidad de interpretación que ya es marca de la casa. Carmen Gallardo , que el viernes cumplió su función número mil con Atalaya, presenta un rey Lear arrogante y frágil, cuerdo y loco, digno y soberbio. Una actriz capaz de todo como demuestra al representar este complejo personaje que requiere una gran variedad de facetas y matices.

El resto del elenco funciona a la perfección con un trabajo corporal colectivo de cuidada coreografía. Destaca el magnífico trabajo de máscara de Lidia Mauduit como el bufón grotesco y de Elena Aliaga en su papel del contrahecho y siniestro sirviente Oswald. La voz de Raúl Vera es otro de los aspectos más valorables del trabajo interpretativo.

«Rey Lear» es probablemente una de las tragedias más estremecedoras de Shakespeare. Y el montaje de Atalaya subraya su vigencia en este drama sobre la vejez , lo irracional y la conspiración del poder en unos tiempos sombríos.

El espacio escénico, también firmado por Ricardo Iniesta, está dominado por unas simples mesas o bancos de madera. Y, como en otros montajes de la compañía, un solo objeto se proyecta en múltiples dimensiones simbólicas convirtiéndose en puertas, paredes, bosques espinosos, campos de batalla, lechos y naturalmente en sepulcros, como requiere toda tragedia shakesperiana.

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