En Sevilla de «In memoriam. La quinta del biberón»

La Guerra Civil en el escenario del Central

Fin de semana sobre el conflicto civil con estreno del Lliure y Teatro del Barrio

Lluis Pasqual, director de Lliure y autor de esta obra sobre la Quinta del biberón VANESSA GÓMEZ

Marta Carrasco

la Guerra Civil española ha tomado el teatro en los últimos tiempos para conteplar el conflicto desde el lado cotidiano más que desde lo épico. Al menos esa ha sido la intención del director de la Kompanya Lliure,Lluis Pasqual, al montar la obra «In memoriam. La quinta del biberón», que se pone en escena hoy viernes y mañana sábado en la sala A del teatro Central.

Pero al mismo tiempo, una hora antes, otra visión sobre el conflicto se estrenará en la sala B: «La sección. (Mujeres en el fascismo español)», del teatro del Barrio, sobre el papel que jugaron mujeres como Pilar Primo de Rivera, Carmen Franco, Mercedes Saz-Bachiller o la Sección Femenina, durante el franquismo.

De espectáculo «necesario», calificó el director artístico del Central, Manuel Llanes, estas propuestas. «Además, hay un espectáculo en masculino y otro en femenino contando nuestra historia», añadió, para anunciar que ya tiene en proyecto que vuelva Lliure para la próxima temporada, «le hemos recuperado y volverá», dijo. La obra del Lliure se ha visto en Cataluña y en Madrid y ahora en Sevilla, como únicos lugares.

Para Lluis Pasqual esta obra es cumplir una deuda familiar que empezó un día cuando subió a un desván donde no debería entrar, y abrió un armario que no debería abrir. «Encontré un petate, y dentro una chapa y unas partituras de Monteverdi. Pregunté qué era aquello y mi padre dijo que no quería hablar sobre ello porque era doloroso, pero luego pregunté y me enteré». El petate era de su tío Luis, muerto en la Batalla del Ebro de la Guerra Civil y perteneciente a la Quinta del Biberón.

«In memoriam» es el deseo de hacer un espectáculo sobre la Guerra Civil, «hay películas y es más fácil, pero en teatro es complicado. Otra cosa fue desvelar la muerte de mi tío Luis, un trauma familiar del que nadie hablaba por miedo».

Pasqual se puso manos a la obra con la compañía joven y descubrió que cuando hablaba de la Guerra Civil, nadie sabía nada. «De los seis actores, tres sabían las fechas de la guerra, los otros, no. Empezamos a leer: «como decía la Pasionaria...», miré y pregunté si alguien sabía quien era..., nadie. Así que estuvimos un mes estudiando la Guerra Civil, pero cuando entraron en la historia, se fascinaron».

Investigaron sobre todo la Quinta del Biberón, «algo que ocurre en todas la guerras, ahora en Siria, por ejemplo. Al final de las guerras hay que echar mano de la carne de cañón, los más jóvenes, ponerlos en las trincheras y tener tiempo de que los responsables se puedan marchar». Se reclutaron alrededor de 30.000 jóvenes en abril de 1938, de 17 y 18 años, de los que el noventa por ciento fallecieron en la Batalla del Ebro, sobre todo en los bombardeos de los aviones alemanes e italianos.

Los supervivientes

Quedan unos treinta supervivientes de la Quinta del Biberón, «les filmamos horas, y todos ellos nos contaron lo cotidiano de su vida. Cómo les reclutaron, nadie recibió formación, y era común hablar de mucha sed, hambre, pero sobre todo, hablaban de indefensión, de las malas condiciones del ejército republicano, aunque lo más importante es que hablaban de amistad. Algunos que habían salido para defender la República, se dieron cuenta de que estaban dejados de todos, y otros, no sabían qué hacían allí. Lo curioso es que muchas memorias de los supervivientes las escribieron ya sus nietos, no a los hijos. El silencio con sus hijos, se rompió». Otra de las cosas que ocurrieron tras el estreno, es que algunos actores preguntaron en su familia por los episodios de la guerra, «y entonces empezaron, por primera vez a contarles».

Según el director teatral, hasta ahora se había hecho la épica de la Guerra Civil, «pero para estos jóvenes, lo épico no existía». El espectáculo se hizo en un primer momento en catalán, «con acentos distintos, uno era de Tortosa, otro de Reus, y al pasarlo al castellano decidimos pasarlo al castellano que se hablaba en el año 1938 en Cataluña, un castellano destrozado que era el que hablaba mi abuelo, muy contaminado. En la obra sólo hay una escena que hemos tenido que conservar en catalán porque era imposible hacerla en castellano».

Y por fin Lluis Pasqual desveló el misterio de las partituras de Monteverdi halladas en el petate: las había cogido su tío Luis cuando salió para la guerra de una iglesia medio quemada de Reus, «siempre las llevaba en el macuto, y por eso la música que cantan polifónicamente los chavales, es Monteverdi. Siempre las llevaba consigo, pero ese día las dejó en el petate, y fue lo único que recibieron mis abuelos». Según su director, es un espectáculo «emotivo, lo más grande fue tener a los «biberones» entre los espectadores, llorando todo el tiempo, y lo mejor fue luego compartirlo con ellos».

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