El viaje absurdo de «¿Quién es el señor Schmitt?»

Cristina Castaño y Javier Gutiérrez protagonizan, con dirección de Serio Peris Mencheta

Javier Gutiérrez y Cristina Castaño, en una escena de «¿Quién es el señor Schmitt?» José Hernández
Julio Bravo

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Empieza siendo una sorprendente comedia, de pronto se convierte en una thriller de suspense, para terminar acariciando el drama e incluso, finalmente, la tragedia. Y todo ello regado por las aguas del absurdo. Se trata de « ¿Quién es el señor Schmitt? », una obra escrita por el francés Sébastien Thiéry , que llega el miércoles próximo al Teatro Español con versión y dirección de Sergio Peris Mencheta y con Javier Gutiérrez , Cristina Castaño , Armando Buika, Xabier Murúa y Quique Fernández en el reparto.

«¿Quién es el señor Schmitt?» empieza cuando el señor y la señora Carnero cenan tranquilamente en su caso y suena el teléfono; incomprensiblemente, ya que ellos no tienen teléfono. « Tiene mucho de Ionesco -aclara Javier Gutiérrez-; de hecho, Thiéry es un alumno aventajado del teatro del absurdo. La obra exige un ejercicio de virtuosismo actoral y de dirección de escena; te pone en un alambre, es casi un ejercicio de funambulismo ». «De hecho, el Sr. Schmitt sale de “La cantante calva” -añade Cristina Castaño-, proviene del absurdo total».

Esta característica perturba el acercamiento de los actores a sus personajes. «A pesar de partir del absurdo y de situaciones inverosímiles que hacen que el público muchas veces no puede entender lo que está viendo, para nosotros sí tiene un sentido lo que está pasando -explica la actriz-. La escenografía y el vestuario -y la dirección, claro- ayudan mucho a saber quiénen son estos dos personajes». Y completa Gutiérrez: «Tiene mucho que ver la dirección de escena; o haces este viaje acompañado por un grandísimo director de escena o te pierdes. Cuando me llegó la primera versión, de una función que se estaba haciendo en Argentina, no me pareció tan apetecible».

«Es cierto -sigue el intérprete- que los actores tenemos cierta resistencia a entrar en ese mundo si no es naturalista ; queremos entenderlo todo, saber por qué hacemos las cosas. Y muchas veces no hay qué entenderlo todo porque el espectador tiene ya las suficientes claves». Pero, dice Cristina Castaño, hay una parte del público que entiende lo que está pasando y otra parte que no. Hay gente que sale montándose su propia película y gente que es consciente de lo que acaba de ver».

«A mí me interesa -concluye Gutiérrez- el teatro que tiene capas, como las cebollas. Esta obra tiene varias lecturas . Hay espectadores que se pueden quedar en una capa superficial y pasárselo en grande, como hemos visto en el año que llevamos de gira, en que a veces hemos tenido que parar porque el público no para de reír; y hay otros que entienden la reflexión de las críticas sesudas acerca de hacia dónde va la sociedad, de la identidad individual... Y todo es lícito».

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