«Romeo y Julieta», ejemplo de personalidad

En los casi veinticinco años que Jean-Christophe Maillot lleva al frente de Les Ballets de Monte-Carlo, la transformación de la compañía ha sido completa, y hoy día puede hablarse de uno de los más atractivos y sólidos conjuntos de la danza europea. Su «Romeo y Julieta», creado en 1996 y presentado ahora en los teatros del Canal, es un magnífico ejemplo de su personalísimo trabajo, lleno de calidad, elegancia e inteligencia. Un ejemplo, también, de un más que interesante camino de modernidad que pueden seguir las compañías de ballet clásico y de libertad creadora.

«Romeo y Julieta» es un espectáculo redondo en muchísimos aspectos. En primer lugar por la partitura de Prokofiev (por desgracia presentada, como tantas otras veces, grabada), una de las más hermosas compuestas nunca para un ballet.

Pero además por el cuidado de la producción, por la limpieza, armonía y sencillez en elementos como la escenografía, el vestuario y la iluminacion; por el interesante punto de vista que plantea (con Fray Lorenzo como eje de la tragedia); pero, sobre todo, por la frescura, personalidad y desenvoltura de su coreografía (a la que solo le falta algo de vuelo lírico en la hermosa escena del balcón). Una coreografía espléndidamente interpretada por una compañía habituada al lenguaje de Maillot y con excelentes individualidades.