El toro, durante uno de los ensayos de la ópera en el Teatro Real
El toro, durante uno de los ensayos de la ópera en el Teatro Real - Javier del Real

¿Quién es «Easy Rider», el polémico toro del Teatro Real?

El animal es parte fundamental de la producción de la ópera «Moisés y Aarón» que se estrena el día 24

Madrid Actualizado: Guardar
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Se llama «Easy Rider»; es francés, de la región de Cahrol, tiene siete años y pesa 1.500 kilos. Es manso y de razo charolés. No se le conocen estudios de canto, pero el día 24 debutará en el escenario del Teatro Real para participar en la ópera « Moisés y Aarón», de Arnold Schönberg, sin duda la producción estrella de la temporada del coliseo.

La presencia de «Easy Rider» en el Teatro Real ha despertado curiosidad y también sus dosis de polémica. Se ha llegado a decir que cobraba un caché de 5.000 euros por función y que se le drogaba para salir a escena. «Easy Rider» aparece en el segundo acto de la ópera, que narra el episodio bíblico en el que Moisés, tras recibir de Dios las tablas de la Ley, se encuentra con que el pueblo judío ha creado un becerro de oro para adorarlo.

Romeo Castellucci, director de escena de esta producción, que se estrenó en la Ópera de París en noviembre del año pasado, asegura que considera imprescindible la presencia del toro para su puesta en escena. «Han dicho que es muy caro; pero a cambio del toro, se renunció a la escenografía en ese segundo acto, ¿Qué cuesta dinero? Claro, porque está perfectamente cuidado y porque durante meses varias personas han trabajado con él. Si la producción se estrenó en noviembre, desde el mes de mayo se le estuvo preparando a diario. Se le acostumbraba a la música de Schönberg, y poco a poco se le iba preparando para lo que tiene que hacer en escena, que por otro lado es muy simple».

Al director italiano, uno de los grandes nombres de la vanguardia escénica europea, le indignan los comentarios malintencionados. «Todos son anónimos. No conozco el nombre de ninguno ni he podido dirigirme a nadie para entablar una discusión. Han hecho una caricatura, han deformado la realidad. Y se han dicho mentiras terribles, malintencionadas, completamente falsas, como que el toro está drogado, que se le maltrata... No es cierto. Al animal se le trata con un gran respeto y un exquisito cuidado. Nuestra primera preocupación es que el toro esté en las mejores condiciones posibles, que no tenga el más mínimo estrés».

El Teatro Real avala las palabras de Castellucci. «Easy Rider», según los responsables del coliseo, «contará durante toda su estancia en Madrid con la atención permanente de dos cuidadores franceses de la empresa a la que pertenece y de un veterinario español, quien ya ha verificado que el toro cumple con la normativa europea. Tendrá la posibilidad de caminar en un espacio abierto todos los días y su alimentación será controlada por dicho personal». «Bajo ningún concepto -añade el teatro- se le suministra al animal ningún tipo de medicamento, droga o sedante para su participación en la ópera».

Propiedad de la empresa francesa Jacana Wildlife Studios, especializada en animales adiestrados para la participación en espectáculos (ha participado en películas como: «El oso» de Jean-Jacques Annud, o «Nómadas del viento» de Jacques Perrin), su estancia en Madrid, hasta el 18 de junio, va a suponer un coste total de 22.000 euros. Cuenta, según asegura el Teatro, con los permisos y autorizaciones legales correspondientes para su transporte, participación en espectáculos y controles veterinarios.

Entre función y función, «Easy Rider» -que toma su nombre de la legendaria película de Denis Hopper- es llevado a las caballerizas de Patrimonio Nacional, situadas a escasos metros del Teatro Real, y su transporte se realiza en un vehículo específico de la empresa propietaria y con personal especializado.

«Easy Rider», según Romeo Castellucci, «siempre ha manifestado agrado al estar entre hombres; de no ser así, yo mismo no podría tolerar su presencia. No se le ha pedido pelear, no se le pide su piel, no se le pide su carne, no se le pide que aprenda un número de circo, no se le pide que nos haga reír ». Y explica el director que «el color negro que se le echa sobre el lomo es un colorante alimentario que el animal percibe como agua».

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