Juan Carlos Pérez de la Fuente, hace unas semanas en el escenario del Teatro Español
Juan Carlos Pérez de la Fuente, hace unas semanas en el escenario del Teatro Español - Ernesto Agudo

Pérez de la Fuente: «Parece que “Podemos” busca una especie de comisario político para el Español»

El exdirector del Teatro Español desvela a ABC las claves de su cese y de la impugnación presentada a las bases del concurso para elegir responsable del más que centenario coliseo madrileño

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Da la impresión de que le han sometido a acoso laboral en la historia de su cese…

Está claro que se me ha tratado como ningún ser humano merece. Y resulta más sangrante, si cabe, que lo hayan hecho aquellos a los que se les llena la boca hablando de dignidad. La mía han intentado pisotearla, pero no me voy a achantar. Eso es lo que quisieron desde el principio, que tirara la toalla, para ni siquiera tener que mojarse y despedirme. Por eso en todos los meses desde que me olí algo extraño, vinieron haciendo una serie de actuaciones para desconcertarme y quebrarme. Ya en el mes de septiembre del año pasado fue muy sospechoso que me dijeran, sin ninguna explicación y básicamente a través de su gabinete de Prensa, que solo presentara un trimestre de programación.

Me negué, pues eso no era lo estipulado en mi contrato.

¿Querían tenderle una trampa? Esa recomendación era envenenada…

Por supuesto. Aparte de que yo no iba a seguirla, un amigo abogado me dijo que ni se me ocurriera. Como esa primera estratagema no les salió bien, comenzó un rosario de otras muchas. El 18 de enero de este año, a la una del mediodía, la señora Ana Varela, coordinadora general de Cultura y Deportes del Ayuntamiento madrileño y consejera delegada de Madrid Destino, vino a mi despacho para anunciarme en una reunión que duró doce minutos: «Señor Pérez de la Fuente, no pensamos contar con usted en el futuro». Al, lógicamente, preguntar cuándo tenían prevista mi salida, me dijeron que no lo sabían. O sea, que habían dictado sentencia, pero se reservaban el día de la ejecución. Y esto cuando me disponía a comenzar los ensayos de Numancia, de Cervantes, la obra que iba a dirigir. Es evidente que en esos momentos un director de escena es cuando está más vulnerable, con los nervios más a flor de piel, con la responsabilidad de enfrentarse a un nuevo reto artístico. Les comenté que si eran conscientes de eso, y me respondieron que sí, añadiendo que quizá ya el día del estreno no sería director del Teatro Español. El objetivo del anuncio, y de aquella manera, resultaba muy obvio: desestabilizarme, crearme miedo e inseguridad. Hasta conseguir que me marchara por mí mismo. Luego supe que alguien les había dicho que yo era una persona vehemente, pasional, y lo soy, me muevo entre dos planos, la razón tiene que estar, pero el teatro es sobre todo vocación y pasión. Y que no iba a aguantar la presión. Pero como aguanté y comenzaron los ensayos, en estos sistemáticamente empezaron a suceder cosas raras. El primer día, al hacer una pausa para el café, el café más amargo, conecto el móvil y veo que tengo 102 llamadas. Todas en el mismo sentido, en que compañeros de profesión me comunicaban que había saltado la noticia de que estaba en la calle. Rápidamente comprobé si había llegado alguna carta de despido, pero no había nada. Se lo dije con franqueza a los actores, sus caras eran todo un poema. Hubo un enorme revuelo en todo el personal del teatro ¿Seguiría adelante con los ensayos?, ¿iba a dirigir la obra? Les dije que sí, y que a mí nadie me había notificado mi cese. Lo que había pasado es que en una reunión de marzo de la Comisión de Cultura, el señor Santiago Eraso, director general de Espacios y Contenidos de Madrid Destino, estaba siendo cuestionado por la oposición y pensó que lo mejor era lanzar una cortina de humo. Dijo que yo estaba fuera del Teatro Español y eso corrió como la espuma.

Pero a usted no se lo comunicaron oficialmente hasta meses después…

«La guinda fue cuando desde el Ayuntamiento me proponen que puedo dar una rueda de prensa de despedida, pero sin preguntas, a lo que me niego. ¿No decían que era típico de la casta? ¡Que pronto se han contagiado!»

Efectivamente. No me lo dijeron hasta el 22 de mayo. Ese tiempo fue una agonía, con «sorpresas» casi cada día. Leo ávidamente las actas de las Comisiones de Cultura para ver qué a ser de mi vida. De pronto, mi nombre desaparece de la página web, por lo que se habló de cese virtual, se me acusa de filtraciones a los medios de comunicación, algo que yo nunca hice, me entero de que se ha convocado el Premio Lope de Vega y a mí ni se me comunica, me quitan Frinje, los empleados de la casa me comentan que les habían dicho que no despacharan conmigo, con lo que me quedo aislado, se me prohíbe acudir a las presentaciones a la prensa de los espectáculos programados… En esta prohibición, la guinda es cuando desde el Ayuntamiento me proponen que puedo dar una rueda de prensa de despedida, pero sin preguntas, a lo que me niego. ¿No decían que era típico de la casta? ¡Que pronto se han contagiado! El 9 de mayo les envío una carta señalando que ya no podía más, que dejaran de humillarme. Y me responden que están muy sorprendidos porque no saben quién puede estar haciendo todo eso.

El periodo más intenso de hostigamiento, que desemboca finalmente en el cese el 22 de mayo, coincide con su puesta en escena de Numancia…

Durante ese tiempo me ha acompañado Cervantes, que supo sobreponerse a todo. Cuando llegó al teatro, Lope le dice que no es bueno, y también se desdeña su poesía. En «Numancia» se refleja cómo los numantinos dan una lección de dignidad al mundo entero, de la que hoy se sigue hablando. Cuando los poderosos os ataquen, cuando os quiten todo, nunca podrán quitaros la dignidad. Por cierto, para el estreno del montaje, pese a todo lo ocurrido, escribo a la alcaldesa y a la concejala de Cultura, invitándolas. Recordemos que estamos en el cuarto centenario de la muerte de Cervantes. No solo no vienen, sino que ni me contestan. Desde Protocolo me anuncian que vendrá Luis Cueto, esposo de una sobrina de de Manuela Carmena y jefe de su Gabinete, pero poco antes del estreno me llaman y me dicen que Cueto ha tenido que marcharse a Ámsterdam. El mismo día en el que terminan las representaciones de «Numancia», ese 22 de mayo, se hace efectivo el despedido. Al preguntarles sobre esa coincidencia, me dijeron algo que me dejo perplejo: «Como terminaba Numancia nos pareció bonito». ¿«Bonito» es la palabra adecuada cuando se manda a alguien al paro y, para más inri, sin el tiempo de preaviso preceptivo? No me avergüenza confesar que durante este tiempo he llorado mucho. Y no tanto por el ataque a mi persona, sino en cuanto al ataque al responsable de una institución, el Teatro Español, que se venera en Europa y que es la sala con programación continuada más antigua del mundo.

¿Ha impugnado, pues, en defensa de la institución las bases del proceso de selección de nuevos directores para el Español y las Naves?

«Mi batalla personal empezará la próxima semana cuando mi abogado presente la demanda por despido nulo»

Mi batalla personal empezará la próxima semana cuando mi abogado presente la demanda por despido nulo. Lo que ahora hemos llevado ante el Tribunal Administrativo de Contratación Pública de la Comunidad de Madrid es un recurso para intentar parar unas bases plagadas de trampas, desenmascarar algo que huele a podrido. Llenas de inconcreciones y ambigüedades, queremos que se repare en dos cosas esenciales. Por un lado, el que se diga que podrán presentarse al concurso personas físicas o jurídicas. Esta segunda posibilidad, que en las bases anteriores no se contemplaba, abre la puerta a una privatización que, además, ofrece la sospecha de que podría tener como consecuencia desbaratar el Teatro Español, sustituir a todos los actuales empleados del teatro, pues podría aterrizar una empresa con toda su gente. Y, por otro, se habla de que el seleccionado suscribirá con Madrid Destino un «contrato mercantil artístico de prestación de servicios». Es decir, no un contrato laboral. Dos de los demonios de Podemos, «privatización» y «mercantil», entran de hoz y coz en estas bases. Con la impugnación, pretendo que se echen para atrás las bases, que no se salgan con la suya, porque si dejamos que esto suceda, el teatro público está muerto. Apelo a la señora alcaldesa, para que no juegue a que no se entera de las tropelías que hace su equipo.

¿Se ha sentido respaldado por la profesión?

El mismo miércoles de esta semana que presentamos la impugnación, la Liga de las Artes emitió un duro comunicado que va en la misma línea, señalando la falta de transparencia, y, entre otras cosas, se pregunta: ¿desde cuándo los directores artísticos no son trabajadores? y ¿quién lo ha decidido? La Liga plantea su gran preocupación de que los trabajadores del arte y de la cultura no tengan los mismos derechos que los demás, que las bases instauran el reino de la inconcreción y el desamparo jurídico para los candidatos al no someterse a la vigente Ley de Contratos del Sector Público. No olvidemos que la Liga de las Artes ha sido muy incómoda para el PP, se opuso decididamente al anterior Consistorio y, por ejemplo, llevó a cabo una campaña cuando se habló de privatizar el Teatro Fernán Gómez. Numerosos compañeros me han comentado su total desconcierto ante todo lo que está ocurriendo. Quiero transmitirles que se están transpasando todas las líneas rojas, y que hay que eliminar los tópicos. No es el PP el que ha hecho la injerencia política más grande de la historia del teatro público, el que quiere pulverizar la independencia artística frente a la política. Cuando el PP llegó al poder respetó, como debe ser, los cargos de dirección del Centro Dramático Nacional y de la Compañía Nacional de Teatro Clásico nombrados en la anterior legislatura por el PSOE, tras un concurso público. Un concurso como al que yo me presenté. Mucha gente de la profesión votó a Podemos, pero ser libre es no tener un compromiso con nadie, si usted lo hace mal, sea del PP, del PSOE, de Podemos, de Ciudadanos, hay que denunciarlo.

«Podemos no apoya a la cultura, al contrario, está castrando proyectos y haciendo atropellos -por ejemplo, quiso quitar 1.000 metros cuadrados al Circo Price-, parece que los profesionales les estorbamos»

Hay que avisar en estas horas inciertas de que lo que está pasando va más allá de mi caso personal, más allá de que, como se dice, Pérez de la Fuente es el hombre de teatro a quien más hostias le ha dado Podemos. Le puede pasar a cualquiera, y más en este ámbito tan vulnerable como es el de la cultura. Y debe dejarse claro que por debajo de la retórica que se gasta, la realidad es que Podemos no apoya a la cultura, al contrario, está castrando proyectos y haciendo atropellos -por ejemplo, quiso quitar 1.000 metros cuadrados al Circo Price-, parece que los profesionales les estorbamos y que buscan, no tengamos miedo a las palabras, una especie de comisario político. A lo largo de este tiempo de agonía, me han dicho cosas que se les han escapado, como que podía y debía entender que en el puesto quisieran tener a alguien afín. Si todo esto lo hubiera hecho el PP ¡la que se habría montado!, con mareas y manifestaciones. Tampoco han explicado cuáles son sus planes culturales, pero sí hay signos inquietantes, como cuando, nada más acceder a su puesto, el señor Eraso dijo que por qué Picasso o Velázquez no pueden estar en Villaverde. Yo creo en la política cultural de los barrios y la apoyo, y en manifestaciones como el teatro de calle, que he incluido en la programación, y que, por cierto, tampoco les movió a venir al Español -no vienen nunca-, para ver el espectáculo de calle «A siete pasos del Quijote», un recorrido teatral gratuito por el Barrio de las Letras. Pero a instituciones emblemáticas como el Prado o el Teatro Español hay que mimarlas. Con todo lo que está pasando, hay que pulsar todas las alarmas. Invito a mis compañeros a que con calma lean las bases del nuevo concurso, seguro que les surge la pregunta ¿para esto hemos luchado?

¿Respetarán la programación que usted ha dejado prevista?

La señora Ana Varela me ha mandado un buro-fax preguntando por los compromisos adquiridos, pero ¿garantiza esto algo? Obviamente hay intranquilidad en las compañías y profesionales implicados en esa programación. Y me ha resultado muy llamativo, y no precisamente para bien, que en las bases referidas a Matadero, ya no se las denomina con sus nombres, Margarita Xirgu, Fernando Arrabal, Max Aub, sino con números. ¿Se van también a cargar esto?

¿Le han explicado en algún momento las razones de su cese?

«¿Lo nuevo y maravilloso es privatizar y precarizar el Teatro Español, precarizar los contratos? ¿Lo nuevo es trocearlo y que haya tres directores, uno en el Español, otro en las Naves y otro en el Fernán Gómez?»

Cuando les pregunté los motivos, no adujeron ninguno, salvo que era por un cambio de modelo, de planes. ¿Lo nuevo y maravilloso es privatizar y precarizar el Teatro Español, precarizar los contratos? ¿Lo nuevo es trocearlo y que haya tres directores, uno en el Español, otro en las Naves y otro en el Fernán Gómez? Algo que no es necesario, que saldrá del bolsillo de todos los madrileños, y que más apunta al compromiso de ¿a cuántas personas tenemos que colocar en agradecimiento? Me han llegado a decir que era un director excelente, ¿entonces, por qué me echan? En el colmo del sarcasmo, la concejala de Cultura, la señora Celia Mayer ha dicho que me presente al nuevo concurso. Quiero dejar patente que no busco en absoluto venganza, pero no voy a permitir que se me difame como hace la señora Rita Maestre, que se refiere a mí como «ese señor». Parece que decir mi nombre le produce sarpullido. Además de la impugnación de las bases del concurso, y de la demanda por despido nulo, la señora Rita Maestre va a tener que responder en un juzgado de las cosas que dice sobre mí. No llegué a ser director del Teatro Español, como va proclamando, por el dedazo de Ana Botella -que lo demuestre-, sino tras un concurso público al que concurrieron veintisiete candidatos. Rita Maestre podría darse cuenta de que una cosa es jugar a la política, pretender ser muy guay, y otra ser la portavoz del Ayuntamiento de la capital de España. Pero insisto en que por encima de mi caso particular, quiero advertir que lo que está pasando es mucho más gordo, y la punta del iceberg, a escala municipal, de por donde iría Podemos y sus satélites si llegasen a conseguir más poder. A Pérez de la Fuente le han hecho daño, pero ¿dejaremos que se lo hagan a la cultura, al teatro?

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