CRÍTICA DE TEATRO

Medea en el laboratorio

Se presenta en el Festival de Otoño el texto inspirado por Eurípides y escrito y dirigido por Simon Stone

Aus Greindaus Jr. y Marieke Heebink, en «Medea» Sanne Peper
Julio Bravo

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Con apenas treinta y cuatro años, el australiano (aunque nacido en Basilea, Suiza) Simon Stone se ha convertido ya en un referente dentro de la escena internacional, gracias especialmente a su magnética « Yerma », que estrenó hace un par de años en el Young Vic londinense, y en la que creaba una demoledora recreación contemporánea de la tragedia de Lorca .

Lo mismo ocurre con la « Medea » que ha presentado en los teatros del Canal, dentro del Festival de Otoño , y que el director creó para el Internationaal Theater de Amsterdam (Holanda) que dirige otro de los genios de la escena contemporánea: Ivo Van Hove . Simon Stone parte de Eurípides para contar una historia contemporánea, cotidiana. Medea sale del centro donde ha estado recluida tras haber intentado asesinar a su marido. Éste le espera junto con los dos hijos de ambos, pero ella y él tienen visiones distintas sobre su futuro. Él ha rehecho su vida con una mujer más joven que él; Medea no lo acepta . Simon Stone convierte a la hechicera en una médico que trabajaba en un laboratorio; allí conoció a su marido, que durante su encierro ganará el premio Nobel por el logro de un medicamento.

Medea se presenta, en la versión de Stone, como una mujer desquiciada, loca de amor y torturada por él . Sin embargo, hay algo magnético en ella que nos lleva a la compasión e, incluso, a la empatía. Stone escribe sus líneas con un buril que araña los sentidos y el cerebro del espectador. A Medea se la puede encontrar en la butaca de al lado , en el bar donde desayunamos todos los días. Su tragedia la encontramos una y otra vez en los periódicos y los telediarios. El ser humano sigue padeciendo las mismas pasiones, los mismos desequilibrios, los mismos sufrimientos que hace dos mil años. Eurípides no está tan lejano de nosotros.

Simon Stone es un prodigio : por su escritura punzante que deriva en una escena final estremecedora, con un largo y demoledor monólogo de su protagonista, empujada a la tragedia por un destino tan invisible como inevitable. Pero también por su puesta en escena, convertida en un lienzo blanquísimo y desnudo en el que coloca a sus personajes. Es un montaje tan hermoso como patético, tan hiriente como acariciador, que se apoya en una pantalla gigante que acentúa momentos determinados y en una música, casi un rumor, que atraviesa con sutileza y pertinacia la historia .

Cuenta el director australiano con un elenco cómplice, especialmente con Marieke Heebink (Medea), capaz de expresar con un pestañeo las inseguridades de su personaje, con el temblor de sus dedos el deseo, con una media sonrisa la ternura por sus hijos. Le acompaña Aus Greidanus jr. , Jasón, un muro sobre el que Medea golpea una y otra vez hasta que lo derriba. El resto de los intérpretes tocan con afinación la partitura propuesta por Stone para culminar un espectáculo fascinante y pavoroso.

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