Mauricio Kartún: «Cuando aparece la risa entramos en estado sagrado»

El argentino trae de nuevo al Teatro de la Abadía su espectáculo «Terrenal. Pequeño misterio ácrata», basado en la historia bíblica de Caín y Abel

Una escena de «Terrenal. Pequeño misterio ácrata» FERNANDO LENDOIRO
Julio Bravo

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Mauricio Kartún (San Martín, Argentina, 1946) no ha podido dormir apenas. Tiene todavía el horario de Buenos Aires, de donde ha llegado hace veinticuatro horas. Pero muestra una sonrisa cortés y despejada, y en sus respuestas no se trasluce el cansancio. El Teatro de La Abadía ha vuelto a programar «Terrenal. Pequeño misterio ácrata» , una espectáculo que se pudo ver en el Festival de Otoño de hace dos años. Estrenada en 2014 en Buenos Aires, la obra, que parte de la historia de Caín y Abel, es todo un fenómeno en Latinoamérica , donde la han visto más de 80.000 espectadores.

Dice Kartún que, durante muchos años, « Caín y Abel fueron simplemente la metáfora del enfrentamiento entre hermanos que se disputan el amor de los padres; pero un día, leyendo «Los mitos hebreos», de Robert Graves , me encontré con una afirmación muy sorprendente, que ese mito del enfrentamiento entre hermanos lo que hace es replicar un viejo enfrentamiento entre arquetipos, la tribu nómada y la sedentaria, como dos alternativas de vida y dos modelos que se heredan en la política contemporánea». De ahí pasó al enfrentamiento entre el poder de la propiedad contra el desposeído. «Flavio Josefo, el historiador judío del siglo I, escribió que “Caín” significa, en hebreo antiguo, “posesión”, y “Abel” significa nada. Sentí que una serie de imágenes que me estaban dando vueltas en la cabeza en relación a dos hermanos que convivían en un mismo terreno se volvían ahora continuación de ese mito».

El desafío era convertir estas ideas en un espectáculo teatral, en un «hecho gozoso». El siguiente paso, cuenta, «era lograr el entretenimiento, que es una palabra muy desprestigiada, pero que yo quiero y valoro. Entretener no es otra cosa que “tener entre”, tener un espacio dentro del cual alguien se encuentra en estado gozoso y con tiempo abolido;alguien se entrega a una serie, una novela, un espectáculo teatral. El entretenimiento nos saca de lo cotidiano y nos pone en el estado sagrado en el que nos pone el arte. Esa es la función del teatro».

Pero un espectáculo, añade, debe, además de entretener, «sostener el entusiasmo por reflexionar. Ese es nuestro desafío:aunar este oficio con ideas». No resta valor al teatro solo de entretenimiento: «Me divierte, me entretiene, pero creo que es un material intrascendente. Y yo creo que el arte tiene una presentación trascendente, es una pequeña palanca para la transformación del ser humano, que nos permite ver las cosas desde otro punto de vista. El objetivo del teatro es que el espectador salga de la sala distinto de como ha entrado».

El humor es, asiente Kartún, el mejor vehículo para atravesar el corazón de los espectadores. «Estoy convencido de que es una de las grandes energías trascendentes; cuando aparece la risa es porque entramos en estado sagrado, nos hemos apartado de la vulgaridad profana del producir, del trabajar, del hacer... cuando el cuerpo de alguien se desarma en la risa las ideas se desbaratan. Y desbaratar ideas es una función preciosa. No hay que romperlas, hay que desarmarlas para volver a armarlas de una manera distinta; sin prejuicios, aprendiendo a amar cosas que creíamos que odiábamos. Ese desarme lo provoca la risa y es hermoso, aunque el sistema desconfíe de quien se ríe. Pero, si tenemos esa herramienta que es la risa, ¿por qué no lo vamos a usar? Para mí, el teatro es risa ; lo que a mí me conmueve es la risa».

El conflicto catalán tiene algo de entrentamiento entre Caín y Abel. Mauricio Kartún conoce el asunto, ha visto las imágenes por televisión, y cree que pueden influir en la manera en que el espectador pueda ver «Terrenal». «Estamos en nuestra sexta temporada –explica–; ha atravesado en Argentina distintas situaciones políticas, y frente a cada una hemos apreciado una nueva lectura por parte del público: la gente reía o dejaba de reír en momentos absolutamente insólitos que no se habían producido en la instancia anterior. Siempre se ha dicho que el teatro dialoga con su tiempo; no creo que dialogue, sino que monologa, y es el tiempo el que lo mira en función de su propia realidad y cree leer en la metáfora algo distinto a lo que se leía en el contexto social y político anterior. A mí no me cabe duda de que algo de eso va a ocurrir ahora aquí, y que habrá quien vea en la función referencias al conflicto catalán, sin que haya estado en absoluto en nuestra intención».

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