Una escena de la excepcional «Chronicle»
Una escena de la excepcional «Chronicle» - JAVIER DEL REAL
CRÍTICA DE DANZA

La madre de todas las herencias

La Martha Graham Dance Company da una lección de arte y de historia en el Teatro Real

Madrid Actualizado: Guardar
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No es exagerado decir que Martha Graham (1884-1991) es piedra angular de la danza contemporánea. Del tronco de la creadora estadounidense han nacido buena parte de las ramas que han crecido y se han desarrollado. La compañía que lleva su nombre, y que vela por mantener lo más vivo posible su extraordinario y vasto legado, acaba de cumplir noventa años, y ha vuelto a Madrid, donde no actuaba desde hace casi un cuarto de siglo (aunque estuvieron hace cuatro años en San Lorenzo de El Escorial), para mostrarse en el mejor escenario posible: el Teatro Real.

Martha Graham Dance Company (****)
Coreografías: «Deep song» (Graham / Cowell) , «Chronicle» (Graham / Riegger)

La obra de Martha Graham ha de contemplarse desde un doble punto de vista: histórico y artístico, y su compañía es al tiempo un museo y un conjunto vivo.

Un museo, porque sus trabajos son piezas que muestran la manera de entender la danza de una de las grandes creadoras del siglo XX, a la altura, se ha dicho siempre, de Picasso en la pintura o Stravinski en la música; una creadora que trasciende el mundo de la danza, porque en sus coreografías se entrelazan las artes plásticas, la filosofía, la política o la literatura con el baile.

Se puede ver en «Deep song», en «Ektasis» y en «Diversion of Angels», pero, sobre todo, en la excepcional «Chronicle», una obra creada en 1936, y que es toda una declaración de principios de la creadora ante la inminente guerra que se estaba cocinando en Europa. Martha Graham rechazó entonces una invitación del régimen nazi alemán para participar en los Juegos Olímpicos de Berlín, y en «Chronicle» se adivina su pavor por ese clima prebélico y ante la situación que estaba generando el nazismo. Pero es que, además, la coreografía muestra el descomunal talento de la creadora, su excepcional dominio del canon, los climas o el ritmo, en una pieza plagada de hallazgos estéticos y de ideas, y que se presenta ahora, ochenta años después, asombrosamente fresca y actual. Una suerte de podio olímpico sirve de escenografía para una obra extraordinaria.

De su influencia dan idea las obras de los dos coreógrafos actuales que han sido invitados por la compañía para alimentar su repertorio: Nacho Duato y Sidi Larbi Cherkaoui, dos de los mejores creadores europeos de la danza actual. Del primero se presenta «Rust», una obra en la que Duato recoge ideas de un trabajo suyo anterior para realizar un feroz alegato contra la tortura, que concluye de manera esperanzadora; y del artista belga, «Mosaic», en la que sobre una música oriental expresa un canto a la riqueza de la diversidad. Ambas son piezas alejadas del mundo estético de Martha Graham, pero al tiempo recogen el compromiso y la libertad artística que ella sembró en sus trabajos.

Buena parte de la claridad con que llega el mensaje de la estadounidense es mérido de los bailarines de la Martha Graham Dance Company, que también han heredado el rigor, la preparación y el talento de sus predecesores, y contribuyen notablemente a brindar un espectáculo verdaderamente sobresaliente, que es al tiempo lección de arte y de historia.

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