Lola Herrera, como Carmen Sotillo
Lola Herrera, como Carmen Sotillo - Daniel Dicenta Herrera
CRITICA DE TEATRO

«Cinco horas con Mario»: velatorio de toda una época

Lola Herrera vuelve a encarnar a Carmen Sotillo, el personaje creado por Miguel Delibes

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La adaptación teatral de la novela de Miguel Delibes «Cinco horas con Mario» se estrenó en noviembre de 1979, con Lola Herrera como protagonista triunfal durante mucho tiempo. Regresa ahora a los escenarios treinta y siete años después de aquella fecha y sigue interesando y emocionando, aunque tal vez ahora entendamos mejor tanto los motivos de la viuda como los del finado. Nos vuelve a sorprender la ironía cáustica con que Delibes dibujó a su personaje, la profundidad de sus perspectivas psicológicas y sociológicas, y la amplitud de su mirada, comprensiva y crítica a la vez.

«Cinco horas con Mario» (****)
Autor: Miguel Delibes. Adaptación: Miguel Delibes , Josefina Molina y José Sámano. Dirección: Josefina Molina. Espacio escénico: Rafael Palmero. Iluminación: Manuel Maldonado. Intérprete: Lola Herrera. Teatro Reina Victoria. Madrid

El retrato de esta Carmen Sotillo, que en una noche de 1966 vela el cadáver de su marido, contiene también el perfil vivo, ajustado, doliente y comprometido de un tiempo y de una España inmovilista y gris.

Carmen evoca su vida junto al difunto y en sus reproches póstumos transparenta su estrechez de miras, su sexualidad reprimida y el rencor larvado por no haber logrado superar el estatus de clase media con aspiraciones. Pero percibimos también el egoísmo casi autista y tímido del escritor frustrado con ribetes de integridad que fue su marido, sutilmente empapado del machismo de aquellos días, consuetudinario y sin cuestionamiento. Y vemos a una y al otro atrapados en una jaula de convenciones, víctimas ambos, aunque cada uno a su modo, de una situación esclerotizada.

El público de hoy ríe en algún momento de la función por las manifestaciones de una forma de ser y pensar que ahora pueden parecer exageradas y hasta caricaturescas; esas risas son un fresco testimonio de cómo ha cambiado la sociedad española cincuenta años después de la fecha en que el escritor situó la acción, y puede interpretarse que el velatorio lo es también de toda una época felizmente pasada.

No importa que Lola Herrera haya sobrepasado hace tiempo los cuarenta y tantos años de edad del personaje, en su interpretación, magistral, luminosa, gozosamente alejada de la rutina, uno cree descubrir nuevos y más ajustados matices y una suerte de ternura comprensiva que tiene, al tiempo, un algo de homenaje a esa Carmen a la que tanto ha aportado y, viceversa, que tanto le ha dado. Algún aspecto estético del montaje puede que haya envejecido, pero las líneas de dirección marcadas por Josefina Molina funcionan a la perfección en este reencuentro tanto años después.

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