Lluís Homar (en primer plano), durante la función
Lluís Homar (en primer plano), durante la función - David Ruano

«Las brujas de Salem»: el poder del terror y la histeria

La obra de Arthur Miller se presenta en el teatro Valle Inclán bajo la dirección de Andrés Lima

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Finales del siglo XVII: en Salem, una ciudad de Massachussets, en Estados Unidos, se celebran varios juicios para castigar delitos de «brujería». Década de los cincuenta del siglo XX: se produce en Estados Unidos, promovida por el senador McCarthy, la «caza de brujas»para «destapar» comunistas y «antiamericanos». Enero de 2017: se estrena en el teatro Valle Inclán de Madrid una nueva producción de «Las brujas de Salem», de Arthur Miller, una obra que une los dos acontecimientos anteriores, y con la que Andrés Lima, su director, quiere denunciar «los nuevos fascismos y el rebrote de las conductas más radicales que utilizan el terror para alcanzar sus objetivos».

«Las brujas de Salem» («The Crucible») se estrenó en enero de 1953 en Nueva York, y se ha convertido en una de las obras maestras del teatro del siglo XX.

En España se presentó, dirigida por José Tamayo, en diciembre de 1956. La producción española actual , estrenada en el Grec barcelonés el pasado verano, cuenta con un reparto que encabezan Lluís Homar, Borja Espinosa, Nora Navas y Nausicaa Bonnin. El reciente premio Cervantes, Eduardo Mendoza, firma la adaptación teatral, y José Luis López Muñoz la versión literaria.

Andrés Lima reconoce que llevaba mucho tiempo detrás de este texto, «que para un teatro público resulta vital hacer. El protagonista es Salem -añade-, la comunidad, los ciudadanos. Refleja un período de terror e histeria colectiva provocados por el poder teocrático: trata de eso, de cómo el poder utiliza el terror para crear histeria» y eso, asegura, es lo que está pasando ahora en el mundo.

Basada en los juicios celebrados en Salem entre 1692 y 1693, cuenta la historia de unas niñas que, para salvarse de un castigo, urden una historia de brujería. «No hay maldad; todo empieza como un juego que se les acaba yendo de las manos», dice Naussica Bonnin.

Ha añadido el director la figura del narrador (recurrente en sus montajes), que interpreta Lluis Homar, también el gobernador Danforth. Él, según Lima, habla de lo que sucedió, y hay un juego de dobles historias.

De Arthur Miller se ha dicho a menudo que es un soberbio diseccionador del ser humano. «Conoce nuestra condición con todos sus recovecos -dice Homar-. Los seres humanos seguimos muy perdidos». No dibuja, añade, con grandes trazos, sino con pinceles finos, «porque al final estamos las personas y cómo nos relacionamos con los que están al lado nuestro». Y completa el director: «Miller coloca al ser humano frente a grandes decisiones, como las que ha de tomar el matrimonio Proctor».

Ha escrito Lima que «en una sociedad de orden, éste solo se conserva mediante la represión, el terror. Demasiado actual para pasarlo por alto». Su puesta en escena busca reflejar con atemporalidad el ambiente de las sociedades puritanas, que apenas han cambiado, dice, la forma de vestir a lo largo de los años.

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