«Beatriz Galindo en Estocolmo»: ¡Fuera los sombreros!

El Centro Dramático Nacional presenta la obra de Blanca Baltés sobre las mujeres que gravitaron en torno a la generación del 27

Ana Cerdeiriña y Carmen Gutiérrez, en una escena de la obra MarcosGPunto
Julio Bravo

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Isabel Oyarzábal fue periodista, escritora, diplomática, activista y actriz, que para sus escritos eligió el seudónimo de Beatriz Galindo , preceptora de los hijos de los Reyes Católicos. A principios de 1937 viajó a Estocolmo como embajadora de la república española. Éste es el punto de partida de «Beatriz Galindo en Estocolmo», una obra de Blanca Baltés dirigida por Carlos Fernández de Castro y con un reparto que integran Ana Cerdeiriña, Carmen Gutiérrez, Eva Higueras, Chupi Llorente y Gloria Vega .

Blanca Baltés, que hace unos años estrenó en la misma Sala de la Princesa del María Guerrero otra pieza de espíritu similar, «Estampas del teatro de los cuarenta», se fijó en Isabel Oyarzábal porque, además del interés intrínseco del propio personaje, «permitía, por su peripecia vital, recoger en la obra cualquier espacio de la sociedad española de los años veinte y treinta del pasado siglo».

Y es que la obra es una reivindicación de una serie de mujeres, creadoras y pensadoras, que gravitaron alrededor de la generación del 27. «La elección de los personajes para la obra ha sido uno de mis mayores quebraderos de cabeza , porque según iba avanzando en la historia e iba descubriendo o redescubriendo mujeres, iban surgiendo posibles escenas de interés. Podía haber incluído catorce personajes». Concha Méndez , Victoria Kent , Clara Campoamor -las tres que finalmente han quedado en la obra, junto a la propia Isabel Oyarzábal y Beatriz Galindo-, María Teresa León, Josefina de la Torre, Maruja Mallo, Elena Fortún, Delhy Tejero, Victorina Durán, Marga Gil Roësset, Remedios Varo, Rosa Chacel, Ángeles Santos, María Zambrano, Carmen Conde y Zenobia Camprubí son las mujeres que, de algún modo, están en la obra.

La solución para incluirlas ha sido el empleo de coros, que representan, dice la autora, « otras realidades y tendencias de aquel formidable universo femenino ; aglutinan comportamientos y actitudes comunes a muchas de ellas y palabras, hechos, fábulas o ideas de unas y otras. Además, refuerzan dos ideas fundamentales para mí: aquellas mujeres eran muchas y distintas entre sí. Todas ellas fueron valientes».

Los años veinte y treinta fueron un tiempo de gran efervescencia social, «con un Madrid -dice Blanca Baltés- moderno y cambiante en contraste con el resto de España, muy atrasada y dominada por el analfabetismo». Era, sigue la autora, el Madrid de la Gran Vía , de la Telefónica, del jazz, de los automóviles, del metro, del deporte... «En él aparecen estas mujeres, que pertenecen a una élite que habían recibido una educación acorde con las posibilidades sociales y económicas de sus familias».

Esa incipiente modernidad -España fue el tercer país europeo en que se aprobó, en 1931, el sufragio femenino - se reflejaba en espacios como la Residencia de Estudiantes y su grupo femenino, la Residencia de Señoritas , en torno a la que se creó, dice Blanca Baltés, toda una vanguardia y una élite. «Ese Madrid, en el que se juntaron todas esas personalidades que procedían de muy distintos puntos de España», es el que he querido reflejar.

A esta generación de mujeres que refleja Blanca Baltés se las conoció como « las sin sombrero ». Explica la autora que «como una expresión de las nuevas clases medias y el cambio social, entre los jóvenes se propagó el rechazo al sombrero como acto de rebeldía y signo de una nueva identidad personal y colectiva. Antes se decidía con qué sombrero salir en según qué momento y con qué objeto; ahora la cuestrión se reducía a ponérselo o no. Así se me figuraron por primera vez este grupo de mujeres que vivieron, pensaron y crearon en aquel flamante Madrid de la Gran Vía y e metro recién inaugurado».

Concluye Blanca Baltés diciendo que la reivindicación feminista que sigue siendo necesaria hoy «ha de hacerse desde la naturalidad ; el feminismo es de cada una, incluso de muchos hombres. Esa es la línea en que tenemos que entenderlo».

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