CRÍTICA DE TEATRO

Amor y admiración

Francesc Garrido ABC
Julio Bravo

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¿Puede existir amor si no existe admiración? Es la pregunta que plantea Lucía Carballal en «La resistencia», un texto que se va clavando como un estilete, lenta pero inexorablemente, en la mente y el corazón del espectador, y que Israel Elejalde ha convertido en un combate agridulce e incruento, además de inquietante. En un bar -deslumbrante el espacio escénico de Mónica Boromello -, un hombre y una mujer, escritores ambos, consumen las últimas horas del día. Él, mayor que ella, quiere saber por qué se resiste a leer su última novela. Tras un tenso diálogo, ella confiesa que sí lo ha hecho.

Tras esta revelación, una carga de profundidad en la función, Lucía Carballal transforma su obra, hasta entonces con apariencia de comedia burguesa de salón, en una tensa conversación que va desenterrando fantasmas, frustraciones, decepciones. «No me admiras», dice ella, y ese es el principio del fin, el momento en que la relación cae al suelo y los dos saben que, a pesar del amor que se profesan, se ha roto para siempre.

Israel Elejalde hace lo mejor que puede hacer un director: servir al texto desde la sombra. Francesc Garrido -una vez acostumbrado el espectador a su tono particular- brinda una interpretación monumental en su tormento, y encuentra en Mar Sodupe una pareja de baile modélica, con brillantez en sus «solos».

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