Danza

«Mazari», cuando las culturas hablan solas

Se trata de una magnífica obra del japonés Satoshi Kudo y la bailarina sevillana Lucía Vázquez, quienes han sabido «mezclar» oriente y occidente a través del flamenco

El japonés Satoshi Kudo y la bailarina sevillana Lucía Vázquez Luis Castilla

Marta Carrasco

Las reuniones de la danza entre Andalucía y Japón siempre han dado buenos frutos, no en vano en el mundo del flamenco ya son casi naturales , la última ocasión en la pasada Bienal con Eva Yerbabuena y la cantante japonesa, Ana Sato en «Cuentos de azúcar». Pero lo que no se había producido hasta ahora, era un encuentro entre bailarines de contemporáneo para crear una obra compacta y representativa de ambas culturas.

Y por fin ha ocurrido. El japonés Satoshi Kudo y la bailarina sevillana Lucía Vázquez se han reunido para crear «Mazari», que se puede traducir como «mezcla», cuyo estreno absoluto se produjo dentro de la programación del Mes de Danza, el martes día 30 de octubre .

Satoshi Kudo bailarín y coreógrafo, residente en Suecia durante más de veinte años, lleva en su bagaje, no sólo su cultura, sino también la de la danza contemporánea de mayor prestigio de Europa , al haber trabajado junto a creadores como Sidi Larbi Cherkaoui , del que ha sido asistente de coreografía, Mats Ek o Johan Inger . Si unimos la pasión japonesa por la línea y la simplicidad a través de la danza de contención de movimientos, nos encontramos con un bailarín y coreógrafo que presenta su danza como algo casi natural, como si su cuerpo fuese quien mandara en la representación de casi cincuenta minutos de esta obra.

La impecable réplica se la ofrece la bailarina sevillana Lucía Vázquez. Forjada junto a coreógrafos como Manuela Nogales o Guillermo Weickert , Vázquez siempre destacó por su danza limpia y llena de expresión, realizada asimismo con una enorme elegancia, limpiando de excesos sus coreografías que suelen ser lineales y muy elegantes.

Uniendo ambos mundos ha surgido «Mazari», una magnífica obra, en la que en esos cincuenta minutos, medidos y sin estirar lo que no debe ser, nos ofrecen un paseo por la luminosidad, en un espacio escénico blanco , como si fuera una habitación abierta, que intenta separar ambos mundos hasta que al final se juntan. Los dos intérpretes consiguen mantener su personalidad pero al final esa deseada mezcla, se consigue. Una primera parte en la danza más aérea, más etérea en la que ambos parecen rodearse sin encontrarse, y una segunda mucho más terrena donde la «mezcla» perseguida ya se ha conseguido.

Una obra deliciosa, con una música espectacular que ha servido de descubrimiento de Satoshi Kudo para el público sevillano, y de afirmación de su c alidad dancística y creativa de Lucía Vázquez, a quien sus siete años de residencia en Japón, parece haberle dado una madurez muy sólida en lo dancístico.

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