María Antonieta: el absoluto icono de la moda
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María Antonieta: el absoluto icono de la moda

Bárbara Rosillo
Bárbara Rosillo

La reina de Francia poseía un gran magnetismo que no dejaba a nadie indiferente

El concepto de belleza femenina está en estrecha relación con cada momento histórico. Cada época tiene sus preferencias. Y, sin duda alguna, María Antonieta de Habsburgo-Lorena encarnó el ideal de su tiempo. Desde nuestra perspectiva actual, tal vez la reina de Francia no fuera la más bella, pero a juzgar por los relatos de sus contemporáneos, poseía un gran magnetismo que no dejaba a nadie indiferente. Su atractivo residía en el conjunto de su persona y en sus delicadas facciones. Físicamente la archiduquesa era menuda, esbelta, rubia, de piel muy blanca y ojos claros. En cuanto a su personalidad, era risueña, inconstante, frívola y rabiosamente coqueta. Su atractivo era innato, ya que incluso algunos de los que tan cruelmente la difamaron quedaron prendados al conocerla personalmente. Según su contemporánea Madame de Staël, «Es imposible poner más gracia y bondad en la cortesía. Posee un especie de sociabilidad que nunca le permite olvidar que es reina, y siempre hace como si lo olvidara».

A pesar de los sabios consejos de su experimentada madre, la emperatriz María Teresa de Austria, que le instaba a ser sencilla en su atavío, discreta y trabajadora, María Antonieta se lanzó a los placeres que le proporcionaba su altísima posición. Adoraba el baile y el juego, trasnochaba y se sentía claramente oprimida por el rígido protocolo que debía seguir en la corte de Versalles, donde cada uno de sus movimientos estaba reglado. De hecho, en una carta a su madre en 1770 ella misma afirmaba acerca de su toilette diaria que «Me pongo el colorete y me lavo las manos enfrente del mundo entero». Para poder escapar en algunos momentos de la tiránica etiqueta su marido le regaló en 1774 el Petit Trianon, un pabellón en el recinto de Versalles que Luis XV había construido para madame de Pompadour. Este pequeño edificio, ya dentro de la estética neoclásica, fue concluido en 1768 y sus primeros inquilinos fueron Luis XV y su última favorita madame Du Barry.

Ange-Jacques Gabriel. Palacio del Petit Trianon. 1769. Versalles. En esta propiedad Luis XV levantó uno de los jardines botánicos más importantes en la Europa de su tiempo, posteriormente fueron modificados por María Antonieta con el fin de adaptarlos a las nuevas modas de paisajismo
Ange-Jacques Gabriel. Palacio del Petit Trianon. 1769. Versalles. En esta propiedad Luis XV levantó uno de los jardines botánicos más importantes en la Europa de su tiempo, posteriormente fueron modificados por María Antonieta con el fin de adaptarlos a las nuevas modas de paisajismoWikimedia France

Luis XVI era la antítesis de su mujer, tanto física como psíquicamente. Sus retratos nos muestran un hombre entrado en carnes y poco atractivo. Su pasión era la caza, que practicaba casi a diario, y los trabajos manuales, fundamentalmente la cerrajería. El rey era un hombre de costumbres ordenadas, tímido, bondadoso y amante de la lectura. A pesar de no ser derrochador, no le negaba nada a su mujer, que gastaba a manos llenas en trajes y todo tipo de atavíos. En cualquier caso, se debe resaltar que la reina para su vida íntima se decantaba por modelos sencillos. De hecho, comenzó a usar el llamado vestido-camisa, un traje blanco de una extrema sencillez que causó un gran escándalo en su momento. En palabras de Caroline Weber, en su obra María Antonieta: reina de la moda, «De manera paradójica, para una mujer que se hizo famosa por su presunta frivolidad y su compromiso exagerado con el lujo excesivo, prefería vestir de manera informal […] Una de las paradojas de la Revolución Francesa es que este vestidito blanco se convirtió, básicamente, en el uniforme de las revolucionarias. Las mujeres que consideraron que María Antonieta había sido terrible para Francia y clamaron porque le cortaran la cabeza y beber su sangre, fueron las mismas que quedaron encantadas con el vestidito blanco por su sencillez y porque era bastante barato».

Elisabeth Vigée-Lebrun. María Antonieta con vestido de muselina. 1783. Colección particular. Este retrato, en el que la reina luce el polémico vestido-camisa creado por Rose Bertin, fue presentado en el Salón de París en 1783 pero fue retirado debido al escándalo que suscitó. María Antonieta se presentaba demasiado sencilla y sin los atributos propios de su rango
Elisabeth Vigée-Lebrun. María Antonieta con vestido de muselina. 1783. Colección particular. Este retrato, en el que la reina luce el polémico vestido-camisa creado por Rose Bertin, fue presentado en el Salón de París en 1783 pero fue retirado debido al escándalo que suscitó. María Antonieta se presentaba demasiado sencilla y sin los atributos propios de su rangoWikimedia Commons

La vida de la familia real francesa estaba presidida por una rígida etiqueta en lo referente a la indumentaria, por lo que María Antonieta, nada más levantarse por las mañanas, tenía que tomar una decisión trascendental: el atuendo que iba a lucir ese día. La camarera mayor, asistida por la primera doncella, le presentaba un libro de muestras donde se hallaban prendidas con alfileres las telas de sus cientos de vestidos. Dependiendo de las actividades programadas para de la jornada se decidía por uno u otro. Ser reina de Francia equivalía a ser el máximo exponente de la elegancia y la sofisticación, por lo que su guardarropa era fastuoso. Stefan Zweig cuenta en su célebre biografía de la reina que para cada estación se confeccionaban nada menos que doce trajes de gala, doce vestidos de fantasía y doce vestidos de ceremonia. La moda francesa era seguida por el resto de Europa y ella era su más insigne representante o, como se dice hoy en día, su principal embajadora.

María Antonieta tuvo a su servicio a Rose Bertin (1747-1813), considerada la primera diseñadora de moda francesa y la persona que sentó las bases de la alta costura. Bertin, a pesar de ser una costurera de origen humilde, se convirtió en un personaje crucial en la vida de María Antonieta. Se reunía a solas con ella dos veces por semana en sus habitaciones privadas para planear y decidir los nuevos modelos, cada vez más complejos y extravagantes, algo significativo, ya que el hecho de que una reina tuviera este trato tan cercano con una persona modesta era algo excepcional. Juntas formaron un tándem creador de una de las indumentarias más sofisticadas y lujosas que han usado las mujeres a lo largo de la historia. Bertin comenzó su carrera como marchante de moda, una profesión que se dedicaba a la venta de todo tipo de ornamentación y complementos para los vestidos, alcanzando un fulgurante éxito profesional desde su establecimiento «El gran mogol», situado en la Rue Saint-Honoré, centro del comercio del lujo parisino en aquel tiempo.

Jean François Janinet. Rose Bertin. Antes de 1791
Jean François Janinet. Rose Bertin. Antes de 1791Wikimedia Commons

La moda sufrió un proceso de aceleración hasta entonces insólito, los cambios eran constantes y, lógicamente, las grandes damas, esclavas de la última moda, no querían quedarse atrás bajo ningún concepto. Se desató una loca pasión por el lujo que trajo consigo un considerable derroche económico, a juzgar por las airadas críticas de algunos maridos. María Antonieta, desde que subió al trono a la temprana edad de diecinueve años, concibió su papel en el sentido de ser la mujer más elegante y refinada de Francia, y desde luego que lo consiguió con creces. Fue, tal vez, la gran reina de la moda de la historia, un papel que no solo eligió, sino que le vino impuesto desde su matrimonio a los 14 años.

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Charles Emanuel Patas. “María Antonieta en traje de corte”. Galería de modas y trajes franceses. Hacia 1780. Biblioteca Nacional de Francia
Charles Emanuel Patas. “María Antonieta en traje de corte”. Galería de modas y trajes franceses. Hacia 1780. Biblioteca Nacional de FranciaWikimedia Commons

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