Bienal de Flamenco de Sevilla de 2018
La media luna de Lebrija
Inés y Juan Bacán triunfan en la noche dedicada al arte de Lebrija
Luis Ybarra Ramírez
Mantones de manila. Media luna. El patio de vecinos casi llena su aforo y todo está preparado para que Lebrija desembarque en Triana. Las sillas, de enea. Las bocas encendidas. Los gitanos que aparecen en escena son de distintas generaciones pero a todos les llegó el cante por el camino más corto : el de la familia y el hábito. Eso que hacen es suyo. Solo suyo. Juegan a lo emocional y a lo imperfecto. Y desde ahí siempre ganan.
El primero en meter las manos en la guitarra es Antonio Moya. Allí empieza la fiesta. Por bulerías y con Inés Bacán a la cabeza. Después pasará por el escenario su hermano Juan, que camina como un dinosaurio acortando el cante de Alcalá y levantando al público que lo escucha. La soleá y el naranjo están quietos, lo contemplan. Es la barbaridad de su arcaísmo la que arranca más «oles». Inés y Juan, Juan e Inés. Los dos triunfadores de la noche . Seguiriyas y soleares con nombre propio y un apellido: Bacán. Además, Concha del Lagaña miró de soslayo y con dificultad a los fandangos, por soleá y a la antigua, Miguel El Funi Hijo trajo el sello inconfundible de su casa en la soleá por bulerías, las cantiñas y bulerías y Javier Heredia alumbró con su estilo fiestero. Pinceladas de baile a las que se sumaron Conchita del Lagaña y Fernanda Funi .
Unos doblan en edad a los otros, pero entre ellos se jalean como a iguales. Pocos rozan la genialidad pero todos son auténticos. Y eso es suficiente. Lebrija canta y baila despacio. Las letras van al sitio y el gusto es su bander a. Todo resulta amargo pero mecido, siempre mecido. Como la media luna que los acompañó anoche. También de ellos.
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